EL ESPÍRITU SANTO:
SU PERSONA Y OBRA
John Francis
Asignatura enseñada en el contexto de
EL CENTRO DE
FORMACIÓN BÍBLICA DEL VALLÉS ORIENTAL
TABLA DE
CONTENIDO
- INTRODUCCIÓN A LA ASIGNATURA
- LECCIÓN I ¿QUIÉN ES EL ESPÍRITU SANTO?
- LECCIÓN II EL ESPÍRITU SANTO ANTES DE PENTECOSTÉS
- LECCIÓN III LA INSPIRACIÓN DE LAS ESCRITURAS
- LECCIÓN IV LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO Y LA SALVACIÓN (I)
- LECCIÓN V LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO Y LA SALVACIÓN (II)
- LECCIÓN VI ANDAR EN EL ESPÍRITU - I
- LECCIÓN VII ANDAR EN EL ESPÍRITU (II)
- LECCIÓN VIII ANDAR EN EL ESPÍRITU (III)
- LECCIÓN IX EL ESPÍRITU SANTO Y LA IGLESIA (I)
- LECCIÓN X EL ESPÍRITU SANTO Y LA IGLESIA (II)
- LECCIÓN XI EL TESTIMONIO DEL ESPÍRITU SANTO
- LECCIÓN XII LA ORACIÓN POR EL ESPÍRITU SANTO
- LECCIÓN XIII EL ESPÍRITU SANTO Y LA MÚSICA
- LECCIÓN XIV EL ESPÍRITU SANTO Y EL FUTURO
INTRODUCCIÓN
A LA ASIGNATURA
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA DEL ESPÍRITU SANTO
Charles
Hodge afirma: “Igual podríamos borrar de la Biblia el nombre y la doctrina de Dios
que el nombre y el oficio del Espíritu."
El Espíritu Santo es igualmente prominente en todas partes de la
Biblia. Su intervención no aparece en
ocasiones aisladas, como la aparición de los ángeles, o las teofanías, de las
que se mencionan esporádicamente en la Biblia.
Lo vemos descrito más bien como presente y operando en todas
partes. En el Nuevo Testamento, el
Espíritu Santo se menciona unas trescientas veces. Su importancia radica también en las
relaciones que él mantiene con el pueblo de Dios tanto en el Antiguo como en el
Nuevo Testamento. Él da muchos dones
importantes a la Iglesia; tanto el
creyente como la Iglesia dependen de él; es Él que aplica la redención con
todos sus frutos al creyente; la doctrina del Espíritu Santo está involucrada
en la doctrina de Cristo.
En esta
asignatura no podremos evitar de tocar los temas de la persona y obra de
Cristo, la Inspiración de las Escrituras, y mucho más. De alguna manera, creo que no sería
extravagante afirmar que todas las doctrinas de la fe cristiana están
relacionadas en alguna manera con la doctrina de la persona y obra del Espíritu
Santo.
Por esta
razón, es indispensable que sepamos qué es lo que la Biblia enseña acerca del
Espíritu Santo, tanto en cuanto a su naturaleza como en cuanto a su oficio.
Se
recomienda fuertemente al alumno de esta asignatura que lea, durante el curso,
el libro “LA PERSONA Y OBRA DEL ESPÍRITU SANTO”, por René Pache, editado por
CLIE.
Sólo
para ver la importancia de la doctrina del Espíritu Santo en un tema que nos
interesa continuamente, miraremos la relación del Espíritu Santo con la
evangelización, tal como lo presentó José Borras en el Congreso Ibérico sobre
la Evangelización.
EL ESPÍRITU SANTO EN LA EVANGELIZACIÓN
(Congreso
Ibérico sobre Evangelización)
Prof.
D. José Borrás
Nadie puede leer el libro de los
Hechos sin llegar a la plena convicción de que hay alguien obrando tras
aquellos hombres y mujeres que, unidos en una fraternidad jamás vista anteriormente
sobre la tierra, proclaman con tal entusiasmo y fervor el mensaje de Jesús, que
son capaces de conmover y cambiar el mundo.
Es el Espíritu Santo que fortalece, ilumina y guía a esos valientes
ganadores de almas, a la vez que hace que Cristo sea real en sus vidas.
Tan
destacado lugar ocupó el Espíritu Santo en la evangelización de la iglesia
primitiva que, con razón, algunos han llamado el libro de Hechos "los
Hechos del Espíritu Santo".
(Vemos, en el bosquejo de sermón a continuación, algunas de las
actividades del Espíritu en el libro de los Hechos en lo que se refiere a la
evangelización:)
I
Su Dirección
1
Felipe a Samaria (8:5,8)
2
Felipe con el eunuco de Etiopía (8:39)
3
Pedro en casa de Cornelio, hacia el mundo de los gentiles
(10:19ss)
4
El envío de Pablo y Bernabé, primeros misioneros comisionados
(13:2,4)
5
El concilio de Jerusalén para que no pusieran obstáculos
a la entrada de los gentiles en la iglesia (15:28)
6
Los sucesos que condujeron a Pablo y su equipo a entrar
en Europa (16:6,7).
7
En otras palabras: fue directamente bajo la guía e
influencia del Espíritu Santo el que nosotros seamos cristianos hoy en día.
II
Su Poder
1
No podían empezar a evangelizar antes de que viniera
(1:4,5, 8)
2
Es él que redarguye a los pecadores y regenera a los
arrepentidos (Jn. 16:8)
3
Jesús sabía que a pesar del entusiasmo de los testigos,
después de haber visto tantos milagros, además de la resurrección, eso no
bastaba: era necesario el Espíritu Santo para evangelizar (1:4,5, 8)
4
Lo que recibieron en el día de Pentecostés revolucionó
sus vidas y les dotó de poder para ser testigos eficientes
5
Convirtió su cobardía en heroicidad (Pedro)
6
Ejemplo del embajador de Federico de Prusia en Inglaterra: su rey era tacaño, y su atavío era más pobre
que los demás embajadores. Pero su rey
le recordó que estaba respaldado por cien mil soldados prusianos. El atavío más rico era inútil sin tal
respaldo. Así, embajadores de Cristo, no
importa lo que tenemos, si estamos respaldados por todo el poder del cielo en
el Espíritu Santo. Todo otro esfuerzo
humano resulta vano.
7
Error de muchas campañas evangelísticas: demasiado
énfasis en maquinaria y propaganda y excelente organización: demasiado poco
énfasis en el poder divino.
8
"Estas personas han revolucionado el mundo"
(Hch. 17:6)
III
El Espíritu Santo y el Mensaje
1
Aun en el Antiguo Testamento fue el Espíritu Santo quien
dio el mensaje y envió al mensajero (Ez. 11:5; Ez. 2:2)
2
Dio la sabiduría a los hombres en Hechos, para saber qué
decir (4:8,31; 6:10; 7:55; 13:9).
3
Conforme a la promesa de Jesús (Mt. 10:20).
4
El mensaje del Espíritu Santo: siempre una proclamación acompañada de una invitación
5
Glorificando a Jesucristo
6
Presentando a Cristo como Señor
7
Exponiendo la doctrina de la justificación por la fe
8
Con la invitación
(Ap. 22:17; Mt. 11:28; Hch. 2:38; 3:19).
Cuestión para
meditar:
Puesto que en el
Libro de los Hechos se manifiesta abiertamente la influencia del Espíritu Santo
en la evangelización, interviniendo visiblemente en muchos casos,
¿necesitaremos nosotros manifestaciones externas para estar seguros de que
somos guiados por él y de que nuestro mensaje es inspirado por el Espíritu
Santo?
LECCIÓN I ¿QUIÉN ES EL ESPÍRITU SANTO?
Es
imposible entender algo de la persona del Espíritu Santo sin ver primero la
doctrina de la Trinidad, puesto que él es la tercera Persona de la Trinidad.
Examinaremos
primero lo que dice Loraine Boettner sobre la doctrina de la Trinidad:
LA DOCTRINA DE LA TRINIDAD
Esta doctrina se considera la más
misteriosa y la más difícil que se nos presenta en toda la Escritura. Sólo podemos conocer sobre la deidad lo que
se nos presenta en las Escrituras: nada más.
La tri-personalidad de Dios es
una verdad que viene exclusivamente de revelación, fuera del reino del
razonamiento. No es que no sea razonable,
sino que no se puede descubrir o entender por medio del razonamiento.
La Biblia revela que hay:
Un solo Dios: "Oye,
Israel: El Señor nuestro Dios, el Señor uno es" (Dt. 6:4) "Así dice el Señor Rey de Israel, y su
Redentor, el Señor de los ejércitos: yo soy el primero y yo soy el postrero, y
fuera de mí no hay Dios" (Is. 44:6)
"Yo y el Padre uno somos", dijo Jesús (Jn. 10:30). "Tú crees que Dios es uno; bien
haces" (Stg. 2:19). "Sabemos que un ídolo nada es en el
mundo, y que no hay más que un Dios" (1 Co. 8:4) "un Señor, una fe, un bautismo, un Dios
y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos" (Ef.
4:5-6). "Yo soy el Alfa y el Omega,
el principio y el fin, el primero y el último" (Ap. 22:13). Desde Génesis hasta Apocalipsis se declara
que Dios es uno. Esta doctrina está a la base de toda otra
doctrina.
Un
Dios en tres personas:
El Padre es Dios 1 Co. 8:6; Gá. 1:1; Ef. 4:6;
Mt. 11:25; 1 P. 1:2; Fil. 2:11; Jn. 20:17...
El Hijo es Dios Ro. 9:5; Col. 2:9; Jn. 20:28; Jn. 1:1, 14. (Puesto que no estamos estudiando la
cristología, no nos extenderemos como podríamos hacerlo en las pruebas de la
divinidad de Cristo: sus atributos, sus obras, etc.)
El Espíritu es Dios Hch. 5:3,4; 1 Co. 2:11;
El Espíritu lleva nombres divinos:
Espíritu de Dios, Espíritu del
Señor, Espíritu del Padre, Espíritu de Jesús, el soplo del Omnipotente,
etc. (véase René Pache, pág. 10)[1]. Cuando se le llama "Espíritu de
Dios", esto quiere decir que es la persona de Dios. 1 Co. 2:11 establece de una manera clara que,
como el hombre y su espíritu forman una sola y misma persona, Dios y su Espíritu
son también uno: "Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre,
sino el espíritu del hombre que está en él?
Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios".
El Espíritu tiene atributos divinos, tal como:
Omnisciencia (1 Co. 2:10-11);
Omnipresencia (Sal. 139:7 y Jn.
14:17);
Omnipotencia (Zac. 4:6);
Es el Espíritu que crea (Job 33:4 y
Sal. 104:30);
Verdad (1 Jn. 5:6).
Es Espíritu de vida, Ro. 8:2, como
Dios es el Dios vivo.
Es Espíritu de amor, 2 Ti. 1:7, como
Dios es amor.
Es Espíritu de sabiduría 2 Ti. 1:7,
como Dios es el único sabio (Ro. 16:27).
Los
tres miembros de la Trinidad son personas distintas:
En los términos
"Padre", "Hijo", y "Espíritu", no se trata
simplemente de las diferentes relaciones que Dios asume hacia sus
criaturas. No son análogas, por ejemplo,
a los términos Creador, Preservador, y Bienhechor, que sí expresan tales
relaciones, pero son más bien nombres propios de distintos sujetos que son tan
distintos los unos de los otros como lo puede ser una persona de otra. Esto se ve de las relaciones personales que
tienen el uno con el otro:
Utilizan mutuamente pronombres
propios "Yo", "tú", "él" cuando hablan el uno del
otro, o el uno al otro (Mt. 17:5; Jn. 17:1; Jn. 16:28; y "Pero cuando
venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no
hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os
hará saber las cosas que habrán de venir" Jn. 16:13).
El Padre ama al Hijo, y el Hijo ama
al Padre (Jn. 3:35; 15:10; 16:14).
El Hijo ora al Padre (Jn. 14:6;
17:5).
El Padre envía al Hijo, y el Padre y
el Hijo envían al Espíritu Santo (Mt. 10:40; Jn. 17:3, 18). "Mas
el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os
enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho"
(Jn. 14:26). "Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me
fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré"
(Jn. 16:7).
La doctrina de la Trinidad es, pues,
que hay un solo Dios; que el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo son, cada uno,
Dios; y que el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo son, cada uno una persona
distinta. Esto es la doctrina que
hallamos en las Escrituras, y que se ha expresado en los credos históricos de
la Iglesia.
Si el propósito de nuestro estudio
fuera examinar la cuestión de la Trinidad como tal, y no simplemente una de sus
personas: el Espíritu Santo, entonces buscaríamos muchas más pruebas, hasta en
el Antiguo Testamento, con sus nombres y pronombres plurales para Dios, la
aparición del Ángel del Señor, etc.
Podemos, sin embargo, para nuestro
estudio, examinar la presencia en el Antiguo Testamento del Espíritu
Santo. En ninguna parte del Antiguo
Testamento se menciona específicamente que el Espíritu Santo es una persona,
pero se habla de él en términos que podrían aplicarse a una persona. Una lista breve de estas referencias son: (que
el alumno rellene las líneas)
Isaías
40:13 "¿Quién enseñó al Espíritu
del Señor, o le aconsejó enseñándole?
Nehemías
9:20
Génesis
6:3
Salmos
51:11
Salmos
139:7
Isaías
63:7-11
Es interesante que en
este último pasaje vemos cómo se contrista (o enoja) al Espíritu, y dos veces
se llama el Santo Espíritu.
Mucha oposición a la doctrina de la
Trinidad surge de una comprensión errónea de la doctrina. No decimos que un Dios son tres Dioses; ni
que una persona son tres personas, ni tampoco que tres Dioses son un Dios. Dios no es tres en el mismo sentido en que es
uno. Esto sería absurdo al punto de
vista matemático. La doctrina de la
Trinidad afirma más bien que dentro de una divina substancia, o esencia, existen
tres centros de conocimiento, conciencia, amor, y voluntad, que se relacionan
mutuamente. Aunque hay tres centros de
conocimiento, conciencia, amor, y voluntad, cada una de las personas posee la
única invisible substancia incorpórea de la Deidad, teniendo los atributos y
poderes inherentes de ella, y teniendo, por tanto, el mismo conocimiento,
sabiduría, poder, santidad, justicia, bondad, y verdad infinitos. Colaboran juntos perfectamente, lo que nos
justifica en decir que las tres personas de la Trinidad obran con una mente y
una voluntad.
Junto con la doctrina de la
Trinidad, vemos las de la generación eterna del Hijo, y de la Procesión del
Espíritu Santo. En cuanto a la primera,
nos limitaremos a traducir la definición del teólogo A.A. Hodge de la
"generación del Hijo" (citado por Loraine Boettner), y el comentario
de Boettner sobre esto.
La doctrina de la generación eterna
del Hijo la presenta como: "un acto personal del Padre, en que, por
necesidad de naturaleza, no por elección de la voluntad, genera la persona (y
no la esencia) del Hijo, comunicándole toda la substancia indivisible de la
Deidad, sin división, alienación, ni cambio, resultando en que el Hijo sea la
imagen expresa de la persona de Su Padre, y sigue siendo, eternamente, no del
Padre, sino en el Padre, y el Padre en el Hijo". Si éste parece confuso al estudiante, que no
se preocupe: Boettner hace resaltar la dificultad de esta doctrina, puesto que
si el Padre es quien originó al Hijo y al Espíritu, entonces se ha hecho al
Hijo y al Espíritu dependiente de otro como siendo la causa principal, y hemos
destruido así la verdadera igualdad esencial entre las Personas de la
Trinidad. Boettner cita a Calvino, en
sus Institutos: "Pero, estudiando
la edificación de la Iglesia, he pensado mejor no tocar a muchas cosas, que
serían una carga innecesaria al lector, sin darle ningún provecho. Porque ¿qué provecho habrá en discutir la
cuestión de si el Padre está generando continuamente? Porque es cosa necia imaginar un acto
continuo de generación, siendo claro que las tres personas de la Trinidad han
existido desde toda la eternidad."
(Institutos, Tomo I, Capítulo 13).
La Procesión del Espíritu Santo se
ha entendido generalmente como designando "la relación que la tercera
persona de la Trinidad sostiene con la primera y la segunda, en que por un acto
eterno y necesario, no voluntario, del Padre y del Hijo, toda su esencia
idéntica divina, sin alienación, división, ni cambio, se comunica al Espíritu
Santo" (Dr. A.A. Hodge, Outlines in Theology, pág. 189). El único texto
utilizado para apoyar esta doctrina es Juan. 15:26: "Pero cuando venga el
Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual
procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí". Los eruditos son divididos en cuanto a lo que
este texto enseña. ¿Significa que su
Persona origina como resultado de un proceso inescrutable pero eterno y
necesario dentro de la Deidad? ¿O se
refiere más bien simplemente a su misión en el mundo al venir y aplicar la
redención que Cristo nos ha conseguido?
Boettner aboga por el segundo significado, y nos parece que acierta.
La doctrina de la Procesión
del Espíritu fue la ocasión inmediata de la división entre la Iglesia
Occidental y la Iglesia Oriental. La
Iglesia Ortodoxa Griega insistió en que el Espíritu procedía del Padre solo,
mientras la Iglesia Romana insistía en que procedía del Padre y del
Hijo. Pero las pruebas de tal doctrina
son demasiado limitadas, y su significado demasiado oscuro, para justificar
la división eclesiástica que resultó de ella.
|
Lo importante es que, dentro
de la vida esencial de la Trinidad, no hay una persona que anteceda a otra, ni
que proceda de otro, ni que sea generado por otro. La prioridad y subordinación que encontramos
en la creación, la redención, y la santificación, no se relacionan a la
Trinidad inmanente, sino en el sentido de economía, o dispensación.
Citemos, en conclusión, lo que dice
el Credo de Atanasio sobre la Trinidad: “Adoramos a un Dios en trinidad, y
trinidad en unidad. Ni confundiendo las
Personas, ni dividiendo la sustancia.
Porque la persona del Padre es una; la del Hijo, otra; la del Espíritu
Santo otra. Pero la divinidad del padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo es una, igual la gloria, igual la
majestad. Así como es el Padre, así es
el Hijo, y así es el Espíritu Santo. El
Padre es increado, el Hijo es increado, y el Espíritu Santo es increado. El Padre es infinito, el Hijo es infinito, y
el Espíritu Santo es infinito. El Padre es eterno, el Hijo es eterno, y el
Espíritu Santo es eterno. Pero no hay
tres Seres eternos, sino un Ser eterno.
Y sin embargo no hay tres Seres increados, ni tres Seres infinitos, sino
un Ser increado e infinito. De la misma
manera, el Padre es omnipotente, el Hijo es Omnipotente, y el Espíritu Santo es
omnipotente. Y sin embargo no hay tres
Seres omnipotentes, sino un Ser omnipotente.
Así el Padre es Dios, el Hijo Dios, y el Espíritu Santo, Dios. Y sin embargo no hay tres Dioses sino un solo
Dios. El Padre es Señor, el Hijo es
Señor, y el Espíritu Santo es Señor. Sin
embargo no hay tres Señores, sino un solo Señor. Porque como somos impulsados por la verdad
cristiana a confesar a cada persona de manera distintiva como siendo Dios y
Señor, tenemos prohibido por la religión Católica decir que haya tres Dioses o
tres Señores."
Loraine Boettner cita a Charles
Hodge, que dice: “Es concebible que un Dios Unitario, de una sola persona,
hubiera existido, y, haber sido revelado como tal, habría sido nuestro deber de
haber reconocido su soberanía. Pero, sin
embargo, siempre habría permanecido totalmente inconcebible para nosotros - un
ser consciente solo, sin compañero; un sujeto sin objeto; una persona
consciente sin ambiente; un ser justo sin comunión ni relación moral ni esfera
para actuar en justicia. ¿Dónde habría
para él una esfera de amor, verdad, confianza, o sentimiento de simpatía? Antes de la creación, oscuridad eterna;
después de la creación, sólo una partida sin fin de solitario, con mundos
sirviendo por peones en un juego de ajedrez."
LA
PALABRA "ESPÍRITU": DEFINICIONES Y EXPLICACIONES:
Derivados en el Nuevo Testamento, y
el Significado de su Raíz
pneuma
[pneûma] espíritu
pnew
[pnéo] soplar
pnoh [pnoé] aliento, soplo, viento
ekpnew
[ekpnéo] exhalar, expirar
empnew
[empnéo] respirar, jadear
pneumatikwV
[pneumatikós] espiritual
qeopneustoV
[theópneustos] inspirado por Dios
La
raíz griega pneu
[pneu], de la que se deriva el concepto novotestamentario de espíritu, expresa
un movimiento del aire cargado de energía.
Entre sus derivados, pnéo
significa soplar, insuflar, refiriéndose al viento, al aire en general, y
también a instrumentos músicos; respirar, en el sentido de estar vivo; exhalar
(también se dice de un fuego que echa chispas);
irradiar ira, valentía, o bondad.
pneuma
es el término en el Nuevo Testamento para designar el espíritu, y se deriva de
la raíz, añadiendo el sufijo -ma(ma), e indica lo que
resulta de esta acción; el aire en movimiento como una sustancia especial que
adquiere un poder efectivo a través de este movimiento. El significado primario de pneuma es viento, soplo.
La
palabra se encuentra también en inscripciones y papiros helenísticos, con el
sentido de ser espiritual, demonio.
En
los LXX (septuaginta), el equivalente hebreo de pneûma es casi exclusivamente ruach. Ruach
designa en primer lugar el hecho sorprendente de que se mueva lo
inaprehensible, el aire; por otra parte, lo que llama la atención no es tanto
este movimiento mismo como el dinamismo que en él se manifiesta. Podríamos decir que el significado
fundamental es soplo. El derivado qeopneustoV [theópneustos] sólo aparece una vez en el Nuevo Testamento, en el
texto de 2 Ti. 3:16, como adjetivo a "toda la Escritura", que, por
oposición a la sabiduría humana, es caracterizada como inspirada por Dios. En los Evangelios sinópticos, se halla con
frecuencia la palabra pneûma como
sinónimo de "demonio", generalmente con el adjetivo
"inmundo" (espíritu inmundo").
Según Charles Hodge, el sentido propio
de "ruach" y "pneuma" se emplean en varios
sentidos. El Señor se refiere a su
sentido propio de viento cuando dice "el pneuma sopla donde quiere"
en Juan 3. Por extensión se refiere a
cualquier poder invisible; luego de
agentes inmateriales e invisibles (alma, ángeles); luego de Dios mismo, que es
Espíritu; y, en la revelación del Nuevo Pacto, a la tercera Persona de la
Trinidad, el Espíritu Santo. Él se llama
así para designar su naturaleza y su obra.
Es santo en su propia naturaleza, y es la causa de la santidad en las
criaturas. Lo vemos llamado también Espíritu de verdad, Espíritu de sabiduría,
Espíritu de paz, Espíritu de amor, y Espíritu de gloria.
EL
USO DE LA PALABRA pneuma
[PNEÛMA] POR PABLO.
Si
al estudiante le interesa, puede leer más detalles sobre este tema en el
DICCIONARIO TEOLÓGICO DEL NUEVO TESTAMENTO VOL. II, por Lothar Coenan, Erich
Beyreuther, y Hans Bietenhard (traducción: Ediciones Sígame), pág. 136ss.
Pablo utiliza la palabra para:
1. el "espíritu del
hombre", el "yo" en sus intenciones, sentimientos, y
conocimiento, o autoconciencia, al cual el Espíritu de Dios da testimonio (Ro.
8:15-16; 1 Co. 2:11);
2. el Espíritu de Dios como
persona (Ro. 8:16; 1 Co. 2:10);
3. el Espíritu de Dios como
don otorgado a los hombres (Ro. 5:5; 1 Co. 2:12);
4. una dimensión,
caracterizada por las preposiciones en [en], "en", y kata[kata], "según"
(Ro. 2:29).
El
apóstol presenta, en la Epístola a los Romanos, en las epístolas a los
Corintios, y en Gálatas, dos contraposiciones al concepto de espíritu:
1)
El "espíritu" en contraste a la
"carne" (Ro. 8:2-13; Gá. 5:17-18).
a)
el hombre, y
su modo de ser, en contraste a Dios y su acción (Gá. 3:2-5; Fil. 3:3)
b)
el construir
la vida sobre las acciones que dependen de nosotros, en contraste a construirla
sobre el mensaje de la fe (lo que Dios lleva a cabo dentro de nosotros).
2)
El antiguo pacto de la ley y el nuevo pacto del Espíritu
(2 Co. 3)
a)
la ley v. la
gracia
b)
uno conduce a
la muerte; la otra trae vida
c)
uno implica
esclavitud; la otra es libertad.
EL
ESPÍRITU SANTO: ¿UNA PERSONA?
En el Diccionario Teológico del
Nuevo Testamento, no se trata la cuestión de la personalidad del Espíritu
Santo, pero a veces uno se puede preguntar, al leer las explicaciones, si se ve
al "Espíritu Santo" como siendo una persona, o si los autores lo ven
como siendo sólo una fuerza impersonal.
En el libro de René Pache, LA
PERSONA Y LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO, el autor trata esta cuestión en el
capítulo primero. Hay un gran número de
referencias bíblicas que demuestran que el Espíritu Santo obra como una
persona, que tiene los atributos de una persona, que los nombres que se dan
revelan su personalidad, que se le trata como a una persona, y que Jesús habla
de él con el pronombre masculino. Sería
importante que el estudiante estudie estos textos mencionados en el capítulo, y
que conserve en la memoria algunas referencias, al menos, para cada una de
estas pruebas.
Hodge menciona que la personalidad
del Espíritu Santo ha sido creído por la Iglesia desde sus principios. Aun durante el período caótico de la
teología, (durante la cual las grandes confesiones de fe fueron redactadas en
respuesta a las numerosas doctrinas falsas que surgían), pocos se opusieron a
la doctrina de la personalidad del Espíritu Santo. Hodge insiste en que si el Espíritu es
presentado como una persona en el Nuevo Testamento, es también una persona en
el Antiguo Testamento. El mismo Espíritu
que movió sobre la faz de las aguas, que vino sobre Moisés, etc., es el Espíritu
que vino en los 120 en el día de Pentecostés, que formó la Iglesia de Cristo,
que es el Consolador, etc.
La oposición más conocida a la
personalidad del Espíritu Santo viene de la secta llamada "Testigos de
Jehová". Dicen lo siguiente sobre
el Espíritu Santo:
"...
El espíritu santo es la fuerza activa invisible del Dios Todopoderoso que mueva
a sus servidores para que hagan su voluntad" (Let God be True, pág. 108).
"...
El "Espíritu Santo" es la fuerza activa de Dios... no hay base para
concluir que el Espíritu Santo sea una Persona..." (pág. 24) (También en
un artículo de The Watch Tower, 1 enero, 1953)
"Lejos
de enseñar la igualdad con Jehová, las Escrituras demuestran que el espíritu
santo ni siquiera es una persona."
(The Watch Tower, 15 julio, 1957).
"El
hecho es que la verdad sobre el espíritu santo ha sido oscurecida por los
prejuicios de los traductores de la Biblia" (The Watch Tower, 15 julio,
1957).
"...
El espíritu santo de Dios no es un Dios, no es miembro de una trinidad, no es
coigual, ni siquiera es una persona... es la fuerza activa de Dios, no el poder
de Jehová permaneciendo dentro de él mismo, sino su energía cuando esto es
proyectado fuera de él mismo... no es una fuerza ciega, descontrolada, como las
fuerzas de la "naturaleza", el rayo, los huracanes, etc., sino...
está en todo tiempo bajo su control... y por tanto puede asemejarse a un rayo
de radar" (The Watch Tower, 15 julio, 1957).[2]
Walter Martin, que nos da esta
información en su libro "The Kingdom of the Cults" escribe: “Aunque
sea rudimentario para cualquier estudio de la Biblia, la Personalidad y Deidad
del Espíritu Santo ha de ser defendido constantemente contra los ataques de la
Atalaya. La Atalaya niega su
Personalidad y su Deidad, pero las referencias siguientes, unos pocos de los
muchos que hay en las Escrituras, refutan por completo su posición:
El lector se pregunta, posiblemente, si la traducción
de la Biblia hecha por los "Testigos de Jehová" sería igualmente
clara en cuanto a esto. Se puede ver,
a continuación, las citas en la versión "Traducción del Nuevo
Mundo"
Hechos
5:3,4, "Ananías, ¿por qué te ha
envalentonado Satanás a tratar con engaño al espíritu santo y a retener
secretamente parte del precio del campo?
... No has tratado con engaño a los hombres, sino a Dios". (¿Acaso se puede engañar a una fuerza
impersonal?)
Hechos
13:2,4, "Mientras ellos estaban
ministrando... el espíritu santo[3]
dijo:... esos hombres, enviados por el espíritu santo..."
Hechos
21:10,11, "... Así dice el espíritu santo: ...."
Juan 14:16,
17, "Y yo pediré al Padre, y él les dará otro ayudante que esté con
ustedes para siempre, el espíritu de la verdad, que el mundo no puede
recibir..."
Jn. 14: 26,
"Mas el ayudante, el espíritu santo, que el Padre enviará en mi nombre,
ése les enseñará todas las cosas y les hará recordar todas las cosas que les
he dicho."
Jn.
16:13-14 "Sin embargo, cuando
llegue aquél, el espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad,
porque no hablará por su propio impulso, sino que hablará las cosas que oye,
y les declarará las cosas que vienen.
Aquél me glorificará porque recibirá de lo que es mío y se lo
declarará a ustedes."
|
1) En
Hechos 5:3,4, Pedro acusa a Ananías de haber mentido al Espíritu Santo, y en el
v. 4 afirma que el Espíritu Santo es Dios, algo que la Atalaya encuentra muy
difícil de explicar, y aún más de negar.
¿A quién se puede mentir sino a una persona?
2) Hechos 13:2,4, En el contexto, el Espíritu Santo habla y
envía, como lo hace también en Hechos 21:10,11, al predecir el encarcelamiento
y juicio de Pablo. Sólo una Personalidad
puede hacer estas cosas, y no "una fuerza invisible, activa", como
lo describen los Testigos de Jehová.
3) Finalmente, referencias
tales como Juan 14:16, 17, y 26, y 16:7-14 no necesitan comentario. Él es una Persona divina, y él es Dios.[4]
¿Qué es una persona? Hodge afirma que una persona tiene inteligencia,
voluntad, y autosubsistencia individual.
Podríamos añadir a esto que una persona tiene autoconciencia, es decir,
es consciente de sí mismo. Si podemos
demostrar que todo esto se atribuye al Espíritu, entonces no se podrá negar que
el Espíritu Santo es una persona.
Para considerar el uso de pronombres
personales, al hablar del Espíritu, tendremos que referirnos al griego, en que
hay una clara diferencia entre el pronombre personal masculino y el
neutro. Por ejemplo el pronombre
masculino personal "él", o "aquél" es ekeinoV, mientras el equivalente
neutro es ekeino. Jesús dice en Jn.15:26,
"Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el
Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él, ekeinoV, dará testimonio acerca de
mí". Si el Espíritu fuera una cosa,
una fuerza impersonal, sería ekeino, puesto que sirve de pronombre
refiriéndose al nombre "espíritu" (to pneuma) que es neutro. En Jn.
16:13, 14, vemos lo mismo, esta vez sin mencionar el parakleto, sólo el
Espíritu (neutro), con el pronombre personal masculino para referirse a él.
Es interesante que el Espíritu Santo mismo, al hablar, utiliza el pronombre
personal demostrando su autoconciencia.
En Hechos 13:2 leemos "Dijo
el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he
llamado", - el Espíritu habla en la primera persona, como una
persona.
El hecho que el Espíritu Santo es
objeto de nuestra fe significa también que es una persona. En Mt. 28:19, vemos que somos bautizados
"en el nombre" del Espíritu Santo.
Así reconocemos, en el bautismo, al Espíritu como reconocemos al Padre y
al Hijo, y nos ligamos tanto al uno como a los otros. En 1 Co. 1:13 Pablo afirma que los corintios
no fueron bautizados "en el nombre de Pablo", significando su
persona. Sin embargo, en 1 Co. 10 dice
que el pueblo de Israel fue bautizado en Moisés, porque eran discípulos de
Moisés, mientras los cristianos del Nuevo Testamento no eran discípulos de Pablo,
sino del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.
Así se reconoce en el bautismo que el Espíritu Santo es una persona tan
distintiva como se reconoce la personalidad del Hijo, o del Padre. Además, los cristianos reciben los dones por
parte del Espíritu. Él los imparta (1
Co. 12:11). Es un agente de las gracias
de Dios. En Ef. 4:30, vemos que podemos
"contristar" al Espíritu Santo.
En la bendición apostólica de 2 Co. 13:14, vemos mencionada "la
comunión del Espíritu Santo". Así
el Espíritu Santo puede actuar hacia nosotros, dándonos dones, como puede ser
objeto de nuestras acciones: lo podemos contristar, ofender, y con él podemos
tener comunión (relación personal). El
hecho que es nuestro maestro (para enseñarnos), nuestro consolador, nuestro guía,
es una serie de relaciones personales que él tiene con nosotros. Hasta nos llama a la salvación, y al
ministerio. Aun los pastores u obispos
de la Iglesia son establecidos por el Espíritu Santo. Nada de esto implica un ser, o poder,
impersonal. Es interesante notar que no
sólo demuestra estos atributos personales, sino los demuestra de una manera que
distinga su personalidad de la del Padre.
Según 1 Co. 2:10,12, es el Espíritu de Dios que conoce las cosas de Dios.
Vemos
que el Espíritu escudriña, selecciona, revela, y reprueba. Estas acciones implican inteligencia y
voluntad personal. Continuamente en las
Escrituras leemos que "el Espíritu dice" o "El Espíritu
dijo". No son pasajes
excepcionales: son la regla. Ya hemos
visto Hechos 13:2 y 21:11. A estos se
puede añadir 1 Ti. 4:1, y muchos más.
EL
ESPÍRITU SANTO: ¿ES DIOS?
Es aún más fácil establecer que el
Espíritu Santo es Dios. (Véase René
Pache, pág. 13-16). Ha habido poca disputa en la Iglesia sobre este tema. Aun en el Antiguo Testamento, todo lo que es
atribuido a Dios se atribuye también al Espíritu. En el Salmo 139, la presencia del Espíritu de
Dios es equivalente a la presencia misma de Dios. En el Nuevo Testamento, cuando se refiere a
lo que dice Dios en el Antiguo Testamento, se le atribuye al Espíritu (Hch. 28:25, por ejemplo). También, el hecho
que el Espíritu Santo mora en los creyentes significa que son templo de Dios
(Ef. 2:22; 1 Co. 6:19). Ya hemos visto,
cuando tratamos de la doctrina de los "Testigos de Jehová", en qué
manera Ananías, al mentir al Espíritu, mentía a Dios (Hch. 5:1-4). Sus obras de creación, regeneración,
inspiración, como santificador y guía de la iglesia, y como vivificador de
nuestros cuerpos mortales, son todas obras de Dios (Gn. 1:2; Jn. 3; Ro. 8:11). En el bautismo se le menciona en igualdad con
Dios el Padre y Dios el Hijo (Mt. 28:19).
LOS
SÍMBOLOS DEL ESPÍRITU SANTO
1) Soplo, o Viento Job 32:8; Ez. 37:9; Jn. 3:8
2) Paloma Lc. 3:22 (Gn. 8:8-12)
3) Aceite Lc. 4:18; He. 1:9; Mt. 25:5; Zac. 4:2-14
4) Fuego Hch. 2:3-4; Lv. 10:2; Mal. 3:2,3
(Me
parece que el fuego de que habla Juan el bautista en Mt. 3:11 y Lc. 3:16,17 no
es el Espíritu Santo, sino el juicio: Juan está diciendo que los unos serán
bautizados de fuego; los otros serán bautizados del Espíritu.)
5) Agua viva Jn. 4:14; 7:38,39; Is. 44:3; Ex. 17:6 con
1 Co. 10:4
6) Sello Ef. 1:13; 4:30; 2 Co. 1:22; (Para significado de sello, véase Jer.
32:9,10)
7) Arras Ef. 1:13-14; 2 Co. 1:21,22
LECCIÓN II EL ESPÍRITU SANTO ANTES DE PENTECOSTÉS
El bosquejo siguiente nos muestra
cómo el Espíritu Santo operó antes del Pentecostés: en el tiempo descrito por
Antiguo Testamento, y durante la vida de Jesús.
1) El Espíritu Santo operó en
el Antiguo Testamento.
a) En la creación
b) En el corazón de los
hombres bajo el Antiguo Pacto
(1) Pregunta: ¿Fue distinto de
su obra en el corazón de los hombres bajo el Nuevo pacto? Sabemos muy poco sobre cómo operaba el
Espíritu Santo en el Antiguo Testamento, pero sabemos que estaba allí, con un
papel muy importante. ¿Fue tan distinto de ahora? Se sugiere que:
(2) No se daba a todos los
hombres. (Sin embargo, tampoco bajo el
Nuevo Pacto. Sólo a los creyentes.)
(3) El Espíritu podía ser dado
temporalmente y ser retirado. (Podía
tratarse de algún don; o se podía
retirar la comunión del Espíritu, como ahora también).
(4) Era una obra incompleta
ii) (En el sentido de que el
Espíritu no les bautizó en el cuerpo de Cristo.
Se hace mucho caso del hecho que el Espíritu se menciona a menudo como
estando "sobre" alguien. Sin
embargo, el mero hecho de que a veces se dice que está "en" alguien,
y que personas sean "llenos" del Espíritu, quita la validez de este
argumento. El Espíritu puede estar
"sobre" una persona y "en" una persona a la vez.)
iii) Se menciona que el Espíritu
operaba sobre el conjunto del pueblo de Israel sin hacer un solo cuerpo de
ellos. Sin embargo, Israel es una
nación. Una nación escogida de Dios,
pero todavía una nación. Nada hay para
negar que el Espíritu haya hecho un cuerpo de los verdaderos creyentes.
Lo que quiero decir es: donde las
Escrituras se callan, sería mejor que callemos también nosotros. La Escritura no define la diferencia entre la
obra del Espíritu en el Antiguo Testamento y su obra en el Nuevo
Testamento. Sólo hay dos cosas: El
bautismo del Espíritu Santo es nuevo, y hay mucha más revelación en cuanto a su
ministerio en el Nuevo Testamento.
iv) La soberanía o libertad del
Espíritu se demuestra en el Antiguo Testamento como en el Nuevo.
v) Las predicciones
veterotestamentarias sobre la obra del Espíritu Santo en el Nuevo
Testamento. Aquí, las predicciones
parecen referirse más a la abundancia y la extensión de la obra del
Espíritu. Jl. 2:28,29; Is. 44:33; 59:21;
Ez. 39:29;
vi) "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho el Señor
de los ejércitos" (Zac. 4:6)
2) El Espíritu Santo operó en
los Evangelios.
a) En Juan el Bautista y sus
padres (Lc. 1:15, 41, 67) (¿En qué sentido era el más pequeño en el
reino de los cielos mayor que Juan el Bautista? (Mt. 11:11).
b) En Simeón (Lc. 2:25,27)
c) En los discípulos en el día
de la resurrección Jn. 20:19-23
d) ¿Cómo relacionar esto con Jn.
7:39, 16:7, y Hch. 2:33? Porque en el
día de la resurrección Jesús no había sido glorificado todavía, sentado a la
diestra del Padre en los lugares celestiales.
¿Se contradicen las Escrituras?
Jesús se refería evidentemente a que el Espíritu sería dado en una
manera especial, bautizando a los creyentes en un cuerpo, otorgándoles una
posición de autoridad espiritual, y concediéndoles un poder sobrenatural.
e) Una cosa es clara, pues:
Los discípulos todavía no habían sido bautizados del Espíritu Santo. El cuerpo de Cristo no había sido constituido
todavía.
f) La experiencia de aquellos
primeros discípulos no era normativa para nosotros: Vivían en dos épocas, dos
dispensaciones. Vivieron en la
dispensación de la ley, precristiana; vivieron en los días en que Jesucristo
anduvo en la carne en este mundo; y luego vivieron en la época de la Iglesia,
post-pentecostés.
3) El
Espíritu Santo operó en la vida de Jesucristo.
a) Su nacimiento Mt. 1:20; Lc.
1:35;
b) Ungido Lc. 4:18; Hch.
10:38 (Su dependencia del Padre Jn.
5:19). Recuérdese el símbolo de la
unción del aceite para los sacerdotes, reyes, y profetas. "Cristo" viene de cristoV, "ungido".
c) Sellado Jn. 6:27
d) Morada del Espíritu Jn. 2:19;
Jn. 1:33; Jn. 10:38; 14:11.
e) Lleno del Espíritu Lc. 4:1
f) Revestido del poder del
Espíritu Mt. 12:28; Lc. 4:14; Hch. 1:2 (Daba sus órdenes por el Espíritu)
g) Guiado por el Espíritu Lc. 4:1-2; Jn. 8:29; Is. 11:2.
h) Produjo el fruto del
Espíritu en su vida.
i)
Se
ofreció en sacrificio por el Espíritu He. 9:14
j)
Resucitó
por el Espíritu Ro. 1:4; 1 Ti. 3: 16
"justificado en (por) el Espíritu"
De ahí vemos la perfecta humanidad
de Cristo y su dependencia del Padre y del Espíritu. Siendo perfectamente Dios, era a la vez
perfectamente hombre. (¡No era medio
hombre, medio Dios! Era, y es, los dos
en totalidad.) Pero si Cristo, siendo no
sólo el hombre perfecto, sino también Dios eterno, dependía en todas las
detalles de su vida (y muerte) del Espíritu, ¿cómo nos atreveremos, nosotros, a
vivir en una manera independiente, medio conscientes de que el Espíritu Santo
tiene algo que ver con nuestra vida?...
"El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo"
(1 Juan 2:6).
LECCIÓN III LA INSPIRACIÓN DE LAS ESCRITURAS
"Toda la Escritura es
inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para
instruir en la justicia, a fin de que el
hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra." (2 Timoteo
3:16-17).
Uno de los
ministerios que el Espíritu Santo ha tenido, antes y después de Pentecostés,
que ha tenido más importancia para nosotros, ha sido el de la inspiración de
las Escrituras. Difícilmente puede un
creyente ser "fuerte en el Espíritu" sin ser "fuerte en las
Escrituras".
El Nuevo Testamento habla de la
inspiración del Antiguo Testamento:
"Porque nunca la profecía fue traída por
voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados
por el Espíritu Santo" (1 Pedro 1:21).
"Los profetas que profetizaron... indagaron
acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el
Espíritu de Cristo que estaba en ellos..." (1 P.1:10,11).
Léanse también Hch. 1:5; 4:25;
28:25; He. 9:8, además de una multitud de textos del Antiguo Testamento que
hablan de su propia inspiración.
Sugiero que el estudiante tome una concordancia de la Biblia, y busque
así las referencias en los libros de los profetas al "Espíritu" como
siendo la fuente de lo que se escribía.
Jesús predijo el ministerio que el
Espíritu Santo tendría en el futuro para inspirar los escritos del Nuevo
Testamento.
"Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a
quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os
recordará todo lo que yo os he dicho" (Jn. 14:26).
"Aún
tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él
os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que
hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir"
(Jn. 16:12-13).
Vemos aquí:
1. La
enseñanza del Espíritu (la doctrina de
las epístolas)
2. El Espíritu les recuerda lo
que Jesús había dicho (El contenido de los Evangelios)
3. El Espíritu les guía (Los
Hechos, y también las epístolas)
4. El Espíritu les dice lo que
sucederá en el futuro (Apocalipsis y parte de las epístolas).
Hasta el mismo Pedro, refiriéndose a
los escritos de Pablo, les considera como siendo equivalente a las Escrituras
del Antiguo Testamento. (2 P. 3:15-16).
René Pache nos recuerda que Pablo se
decía inspirado no sólo en una manera general, sino en el uso de cada
palabra. “Lo cual también hablamos no con palabras enseñadas con sabiduría
humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo
espiritual” (1 Co. 2:12-13).
Así, nuestra actitud hacia la Biblia
demuestra nuestra actitud hacia el Espíritu de Dios. Si no aprovechamos la revelación que el
Espíritu nos dio en la Biblia, estamos despreciando, en cierto modo, al mismo
Espíritu.
Definición de
Inspiración
Lo que sigue viene de la asignatura
"Introducción al Nuevo Testamento" que preparé para la Escuela
Evangélica de Teología a Distancia, basada en Caspe, Zaragoza.
Thiessen presenta la definición
propuesta por el Dr. L. Gaussen, profesor de teología sistemática al Oratoire,
en Geneva. Según éste, la inspiración
es:
"aquel poder inexplicable que
el Espíritu divino ejerció en tiempos antiguos sobre los autores de las
Escrituras Sagradas, para guiarlos aun en el uso de las palabras que utilizaron,
y para preservarlos tanto de todo error, como de toda omisión."
Thiessen
nota que primero, la definición dice "inexplicable". Es poder ejercido por el Espíritu Santo, pero
no sabemos precisamente cómo aquel poder operó. Obró en varias maneras. También limita la inspiración a los autores
de las Escrituras; no existe otra inspiración en este sentido. Esto excluye todos los concilios de iglesia,
etc... Luego la definición presenta la
cuestión de dirección. Esto implica que el Espíritu guió y vigiló en la
selección de los materiales que servirían, viniesen de observación personal de
los autores, de información oral, de fuentes escritos, o de revelación directa
al autor; y por otro lado implica su vigilancia en la selección de las
palabras. La definición insiste, por
fin, en que los autores fueron guardados, no sólo de todo error, sino también
de toda omisión. Es decir que los
documentos originales eran tanto exactos como completos.
No
podemos decir precisamente qué hizo el Espíritu, sólo que guió a los autores en
la producción de sus obras. Algunas
veces, seguramente, el Espíritu dictó las mismas palabras que iban a ser
escritos; pero eso no sería el método usual, dada las variaciones gramáticas y
estilísticas que sería difícil si el Espíritu lo hubiera dictado todo. Creer que fue inspirado todo por dictado
sería confundir el resultado de la inspiración con su método. Pero tampoco se trata de inspiración de
pensamientos y conceptos generales.
Cualquier método que el Espíritu pueda haber utilizado, Él guió,
dirigió, a los escritores para que eligiesen palabras que expresaran Su mensaje
que serían normales para su estilo y vocabulario, siendo a la vez las palabras
exactas con que Él quiso expresar el asunto.
Por supuesto, la inspiración se aplica a los autógrafos de las Sagradas
Escrituras, y no se aplica, como algunos suponen, a ninguna de las versiones
existentes, ni modernas ni antiguas. Los
documentos originales fueron inspirados.
Sin embargo, se ha establecido sin duda que en los textos que tenemos a
nuestra disposición, aparte algunas trivialidades comparativas, las palabras en
el Nuevo Testamento que tenemos que están todavía en duda no hacen más que una
milésima del todo. Se puede decir que en
todas las cosas de importancia se ha recuperado las palabras de los autógrafos,
y que ninguna doctrina de la Escritura está comprometida por aquellas pocas
palabras que quedan todavía en duda.
Cuestiones
para meditar:
A. Explica
por qué crees que el Nuevo Testamento es inspirado por Dios.
B. ¿Es cada
palabra inspirada, o simplemente las ideas generales?
C. ¿Crees que
su inspiración aniquiló (en la manifestación escrita) la personalidad y el
temperamento de los autores?
LECCIÓN
IV
LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO Y LA SALVACIÓN (I)
SU OBRA DE
CONVICCIÓN (véase René
Pache, pp. 53 - 67)
Su convicción de pecado, juicio, y
justicia. (Juan 16:7-11).
El pecado contra el Espíritu (Mateo
12:31-32):
¿Qué significan los pasajes en Hebreos 6:4-8 y Hebreos
10:26-31?
¿Qué es el pecado "voluntario" contra la
gracia?
¿Qué significa el haber sido "iluminados",
haber "gustado del don
celestial", y haber sido "hechos partícipes"?
Hay que insistir en la diferencia
entre "gustar" (He. 6:4) y "comer" (Juan 6:53).
No basta
con haber experimentado la obra del Espíritu Santo en su vida. Alguien puede haber visto milagros y señales,
y haber participado en ellos; puede haber sentido la convicción del Espíritu
Santo, sin entregarse a Cristo como su Salvador y Señor, siendo sólo un
seguidor de lejos. Esto sería “gustar” sin “comer”, o aprovechar. Si persiste
en rehusar de creer en Cristo de corazón, será el pecado contra el Espíritu
Santo.
SU OBRA DE
REGENERACIÓN
La
doctrina de la "gracia irresistible"
El argumento sobre si la regeneración es
la fuente o el resultado de la fe salvífica
(En cuanto al tiempo, son simultáneas.
Se trata del orden lógico de causa y efecto.)
Es
el Espíritu Santo que dispensa la gracia divina. La palabra traducida "gracia" en la
Biblia cariV (caris), en la mayoría de los pasajes, significa
la operación no merecida de Dios en el corazón del hombre, efectuado por el
Espíritu Santo. La gracia en la vida de
un creyente es la comunicación activa de las bendiciones divinas, por medio de
la obra del Espíritu Santo, en el corazón (Ro. 3:24; 5:2, 15, 17, 20; 6:1; 1
Co. 1:4; 2 Co. 6:1; 8:9; Ef. 1:7; 2:5, 8; 3:7; 5:12).
La
gracia es un atributo de Dios. Es el
favor o amor hacia el hombre en su estado de pecado y culpabilidad: gratuito,
soberano, no merecido, - que se manifiesta en el perdón de los pecados y la
liberación de la pena de los pecados. Es
la última causa detrás del propósito electivo de Dios, de la justificación del
pecador, y de su renovación espiritual; y la fuente prolífica de toda bendición
espiritual y eterna.
Si
Cristo es el mediador de la gracia, es el Espíritu Santo que aplica la obra de
la redención. No se trata sólo del perdón y la justificación, sino también de
todos los dones de la gracia de Dios, - las bendiciones de la salvación, y
todas las gracias espirituales que se operan en las vidas. Todo ello por el Espíritu. Léase Hch. 11:23; 18:27; Ro. 5:17; 1 Co.
15:10; 2 Co. 9:14; Ef. 4:7; Stg. 4:5, 6; 1 P. 3:7. Cuando la gracia se muestra como siendo no
sólo una cualidad pasiva, sino una fuerza activa, que opera (1 Co. 15:10; 2 Co.
12:9; 2 Ti. 2:1), entonces llega a ser algo como un sinónimo del Espíritu
Santo. No es sin razón que uno de los
nombres del Espíritu Santo es "Espíritu de gracia" (He. 10:29).
En
la historia de la Iglesia, ha habido dos tendencias en cuanto a la cuestión de
la gracia: la de Pelagio, y la de Agustino.
El primero veía la gracia como siendo prácticamente equivalente al libre
albedrío del hombre, siendo un don que Dios le ha dado para que haga el
bien. No ve la obra directa del Espíritu
Santo en el corazón para traerle al arrepentimiento y la fe en Cristo. Agustino, al contrario, consideraba que, en
vista de la depravación total del hombre, era necesario una obra de gracia,
imprescindible para la salvación, operada en el hombre elegido, por el Espíritu
Santo de una manera eficaz e irresistible.
Hoy en día solemos hablar de la tendencia arminiana y la tendencia
calvinista, o reformada. Es una cuestión importante que el estudiante habrá de
resolver en el estudio de la soteriología.
Sin embargo, afecta también lo que creemos sobre la persona y obra del
Espíritu Santo.[5]
EL BAUTISMO
DEL ESPÍRITU SANTO
I LA EXPRESION "BAUTISMO DEL
ESPÍRITU SANTO" EN EL NUEVO TESTAMENTO
Esta
expresión no es frecuente. Seis veces la encontramos como predicción del
hecho, y sólo una vez se encuentra tratándose de la experiencia ya hecha.
Un
examen de estos pasajes contradice el argumento propuesto por algunos, diciendo
que habría dos experiencias distintas: el bautismo por el Espíritu, y el
bautismo en el Espíritu. Empecemos por la última de estas referencias:
1 Co. 12:13
"Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un
cuerpo..." Esto implica que el
bautismo por el Espíritu Santo es la experiencia de todo creyente, y no se
limita a unos más espirituales que los demás. En el griego, dice que
somos bautizados en un solo Espíritu, en un solo cuerpo
(hablando de la iglesia.) Sin embargo
los dos "en" son distintos.
en eni Pneumaton
en = en,
posición (a veces por medio de); en un solo Espíritu
en v eiV
eiV = en,
hacia adentro (dirección, movimiento) hacia adentro de un solo cuerpo.
Así, el
Espíritu Santo es el agente que nos bautiza dentro del cuerpo de
Cristo. Pero, ¿habrá otras referencias que dicen que Jesús es el agente
que nos bautiza dentro eis del Espíritu? Eso nos
dicen los que quieren demostrar que habría otro tipo de bautismo del Espíritu,
que no sería automáticamente universal.
Mt. 3:11 "Él os bautizará en Espíritu
Santo"
AutoV umaV baptisei en Pneumati Agiw
Marcos 1:8
"Pero Él os bautizará con Espíritu Santo".
AutoV de baptisei umaV en Pneumati Agiw
Lucas 3:16
(igual al anterior).
Juan 1:33
"ése es el que bautiza con el Espíritu Santo."
outós estinv o baptizwv ev Pneumati Agiw
Hechos
1:5 "vosotros seréis bautizados
con el Espíritu Santo"
baptiqhsesqe ev Pneumati Agiw
Hechos 11:16
(repetición de la frase precedente.)
Nota: La
palabra griega subrayada es la preposición traducida a veces por
"en", a veces por "por", y a veces por "con" en
nuestras Biblias. Generalmente nuestra
Biblia Castellana es consistente con la traducción "con" cuando se
trata del Bautismo del Espíritu Santo.
Vemos,
por tanto, que sólo existe un bautismo espiritual en el Nuevo
Testamento. Es el bautismo en, o por medio de, el Espíritu
Santo. Es la función, pues, del Espíritu Santo de bautizar, o sumergir,
al creyente dentro del cuerpo de Cristo (la iglesia). El resultado es una
iglesia unida, sin distintas clases sociales, y sin distintas clases
espirituales. (1 Corintios 12:13). La importancia de este versículo
es que nos demuestra que todos han recibido este bautismo, a pesar de lo que
pensaban algunas personas en la iglesia de Corinto que pretendían que ciertas
manifestaciones "espirituales" las colocaban por encima de los
demás.
A estas
alturas los lectores en la iglesia de Corinto habrían podido hacer el
comentario siguiente:
"De
acuerdo, todos han sido bautizados por un solo Espíritu, pero eso es un juego
de palabras: no significa que todos los creyentes posean todo lo que el
Espíritu de Dios puede y quiere darles. Hay algunos que tienen al
Espíritu Santo en mayor medida que otros." (¿Se puede medir al
Espíritu Santo?)
El
apóstol contesta a tal argumento de una manera categórica:
"a todos se nos dio de beber de un solo Espíritu" (1 Cor.12:13).
La expresión "se nos dio de beber" significa
que hemos sido totalmente empapados, o embebidos del Espíritu.
El don del
Espíritu ha sido prometido a todo creyente en todas las generaciones, y no sólo
a algunos que habrán sido iniciados en ciertas experiencias espirituales
especiales. (Hechos 2:38)
Por lo tanto,
si eres salvo por la fe en Jesucristo como Salvador personal, ya has recibido:
1) el don del
Espíritu Santo
2) el bautismo
del Espíritu Santo
3)
y has sido
embebido del Espíritu Santo.
No hay
nada en el Nuevo Testamento que nos implique que estas tres cosas no sean
idénticas, o al menos simultáneas.
Entonces,
¿qué hemos de pensar de las experiencias de los creyentes en el libro de los
Hechos de los Apóstoles? ¿Serían un modelo para hoy? ¿Qué significan?
II EL DON DEL ESPÍRITU SANTO EN EL LIBRO
DE HECHOS
1 Hechos 2:1‑4, 6 La experiencia inicial de la iglesia.
2 Hechos 4:31 La experiencia repetida de los creyentes
"llenos" del Espíritu.
3 Hechos 8:14‑17 La experiencia retrasada de los Samaritanos, con
señales.
4 Hechos 10:44‑46 La experiencia de los primeros paganos (los que no son
judíos) convertidos, con señales.
5 Hechos 19:1‑6 La
experiencia de unos judíos, discípulos de Juan el Bautista, cuando Jesucristo
les fue presentado en territorio pagano.
Surgen algunas preguntas suscitadas por una
primera lectura de estos pasajes:
1) ¿Por qué el don del Espíritu fue retrasado
en el caso de los Samaritanos?
2) ¿Por qué se notan señales tal como el
don de lenguas?
3) ¿Por qué hay una repetición de la Plenitud
del Espíritu Santo, en Hechos 4:31?
RESPUESTAS A
LAS PREGUNTAS
1) ¿Por qué se
retrasó el don del Espíritu Santo en el caso de los Samaritanos? (Hechos 8:14‑17)
Notamos
que el evangelio había sido anunciado a este pueblo por Felipe, y que ellos
habían sido bautizados en seguida, pero no habían recibido el don del Espíritu
Santo antes de que vinieran Pedro y Juan para imponerles las manos.
Aunque no se mencionan los detalles, se nota que hubo señales impresionantes,
hasta impresionar a Simón el mago.
La
respuesta se encuentra en la persona de Pedro. Notamos su presencia
cuando los judíos creyeron y fueron admitidos en la iglesia (Hechos 2); cuando
los primeros Samaritanos (un pueblo medio judío, medio pagano) recibieron el
Espíritu (Hechos 8) y cuando los primeros paganos (personas ajenos al
judaísmo, e incircuncisos) recibieron el Espíritu en casa de Cornelio (Hechos
10:44‑46).
En Mateo
16:19, Jesús había dicho a Pedro:
"Y a ti te daré las llaves del reino de los
cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo
que desatares en la tierra será desatado en los cielos."
Esta
promesa no fue transferida a los sucesores de Pedro; ¡¡fue más bien CUMPLIDO DURANTE SU VIDA!!
Pedro,
al anunciar el evangelio, abrió las puertas del reino de los cielos (la
iglesia) al pueblo judío que había rechazado y crucificado a Jesús. Fue
también Pedro quien abrió las puertas del pueblo mixto de Samaria, tan despreciado
por los judíos. Su derecho de entrar en el reino de los cielos parecía
dudoso, puesto que se habían separado del pueblo de Dios y de las promesas de
Dios, aliándose al paganismo. Pedro fue establecido para derribar esa
muralla de separación, abriéndoles la puerta. Hay que acordarse que la
función del bautismo del Espíritu Santo era
"bañar", o "sumergir" (o, en griego, "bautizar"
a los nuevos creyentes en la Iglesia, el cuerpo de Cristo.) Y, por
último, fue Pedro quien abrió la puerta a los paganos, llevando el evangelio a
la casa de Cornelio el centurión romano. Estos recibieron el Espíritu,
sin imposición de las manos, y Pedro aceptó aquello como prueba que Dios les
había aceptado, bautizándoles dentro del cuerpo de Cristo. Entonces, les
bautizó en agua. Anteriormente, habían estado "alejados de la
ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin
Dios en el mundo." (Efesios 2:12). Así, Pedro abrió la puerta del
reino de los cielos a las tres categorías de humanidad perdida. La puerta
había sido anteriormente cerrada a cada una de esas clases, aun a los judíos,
que se habían aliado a los pecados del mundo en su rechazo de Jesús. Por
esto hubo que esperar la llegada de Pedro antes de que los Samaritanos
pudieran recibir el Espíritu y ser admitidos en el reino de Dios. Es la
única razón por la demora. Ahora que la puerta está abierta a todos, ya
no hay más demora. Pablo pudo decir a los Corintios:
"Fuimos todos, pues, bautizados en un
cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres....”
2) ¿Por qué vemos
señales tal como el don de lenguas en aquellas experiencias?
En
ciertos pasajes que hemos visto, se ve que el derramamiento del Espíritu Santo
es acompañado por señales. Notamos el don de lenguas, al menos en el caso
de los discípulos en Hechos 2, de los judíos en Hechos 19, y de los paganos,
o gentiles, en Hechos 10. (N.B. la palabra "pagano", o
"gentil" significa alguien que no es judío; de las naciones.) La razón dada en Hebreos 2:3‑4, y en 1
Corintios 14:21‑22 es bastante clara. La nueva revelación que Dios daba
al pueblo de Israel (e Israel era el receptor de la revelación de Dios -
Rom.9:4‑5) siempre era acompañado por señales al principio. Las señales
eran necesarias para autentificar el nuevo mensaje del evangelio para los judíos.....
Especialmente ahora que se trataba de "injertar" a los gentiles
creyentes en Israel (Rom.11:24). El
escritor de la epístola a los Hebreos dice, pues,
"¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La
cual, habiendo sido anunciada primeramente
por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios
juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y
repartimientos (dones) del Espíritu
Santo según su voluntad." (Hebreos
2:3, 4).
En este
pasaje, el escritor parece estar mirando ya hacia atrás, hacia la época de las
señales, como si ya no tuvieran su razón de ser cuando esta epístola se
escribió. Queda claro que aquellas señales habían sido dadas con el
propósito de confirmar el nuevo mensaje. Por eso las mismas señales
habían de ser indiscutibles. En el caso del don de lenguas, por
ejemplo, vemos que personas que conocían las diversas lenguas las reconocieron
cuando se hablaron. No pudieron (y a algunos les habría gustado) pretender
que eran lenguas falsas, una fabricación de ruidos, "balbuceo" que salía
de la boca de los creyentes. Tampoco podía ser una experiencia
psicológica. Nos interesa notar que en aquel caso no era necesario hablar
en diversas lenguas para hacerse entender: todos entendían muy bien el
hebreo, y seguramente el arameo, y la mayoría habría entendido también el
griego. Cuando Pedro predicó, sólo habló en una lengua, y todos lo
entendieron.
El
propósito de esa señal era convencer a los judíos escépticos de que se
trataba de un fenómeno sobrenatural. Esto es lo que dice el apóstol en 1
Corintios 14:21‑22
"En la ley está escrito:
"En otras lenguas y con otros labios hablaré
a este pueblo: y ni aun así me oirán, dice el Señor."
"Así que, las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los
incrédulos."
"Este pueblo", que está mencionado
en el versículo 21, significa el pueblo judío. Las lenguas son una señal para
el judío incrédulo. Hemos visto aquello en el caso del día de Pentecostés
en Hechos 2.
En el
caso de los Samaritanos, las lenguas no se mencionan. En el caso de los
primeros gentiles a convertirse, son gentiles que hablan en lenguas (Hechos
10:44‑46). Eso porque había presente judíos convertidos, pero incrédulos en
cuanto a la posibilidad de recibir a los gentiles en el reino de Dios (la
Iglesia). Había que demostrar de una manera clara que aquellos
incircuncisos tenían la circuncisión "interior", del
"corazón" (Romanos 2:29). Cuando Pedro cuenta lo de las señales
a los demás apóstoles y hermanos, que habían negado la posibilidad de que fuera
la obra de Dios, quedaron convencidos. (Hechos 11:1‑3; 15‑18). La expresión, "el mismo don que a nosotros"
(v.17) tiene mucha importancia en este pasaje.
En
Hechos 19, se trata otra vez de judíos, que habían sido discípulos de Juan el
Bautista, para quienes el evangelio era cosa nueva. Las manifestaciones
identificaron el bautismo por Pablo al mensaje de Juan en lo que se refería a
la promesa que Jesús les bautizaría en el Espíritu Santo.
Podemos
ver, pues, que en todos los casos descritos en el libro de los Hechos de los
Apóstoles, el don de lenguas tenía por propósito convencer a judíos de la
realidad del bautismo en el Espíritu Santo, conforme a la explicación dada en 1
Corintios 14:21‑22.
3) ¿Por qué hay
una repetición de la plenitud del Espíritu Santo en Hechos 4:31?
"Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban
congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con
denuedo la palabra de Dios."
Sólo en
una ocasión en el libro de los Hechos de los Apóstoles vemos un lugar temblar
después de un tiempo de oración; sólo una vez vemos lenguas de fuego bajar
sobre la gente (Hechos 2:1); pero muy a menudo los creyentes son llenos del
Espíritu Santo, y a menudo esta banda de hombres, anteriormente bastante
tímidos, anunciaban la Palabra de Dios con denuedo. Volvemos a ver esta
repetición en el caso de Pablo (Hechos 13:9). El bautismo del Espíritu
Santo es la experiencia inicial a la conversión, que nos sumerge en el cuerpo
de Cristo. En aquel momento, el creyente está también lleno del
Espíritu. Sin embargo, el ser lleno del Espíritu tiene que ser una experiencia
continua. Es la experiencia de ser controlado por el Espíritu, o de andar por
el Espíritu. Es también la experiencia de estar en comunión con Dios. El pasaje
podría haber sido escrito así: "y todos estuvieron en comunión con
Dios" pero aquello no habría acentuado el tremendo poder que estuvo al
alcance de los apóstoles (y al nuestro). Es posible que los discípulos
estuvieron por un momento perturbados por las amenazas, pero tuvieron la sabiduría
de ir enseguida con sus temores a la Fuente del poder, hasta que estuvieran
nuevamente bajo el control del Espíritu Santo.
En Efesios 5:18 leemos:
"No os embriaguéis con vino, en lo cual hay
disolución; antes bien, sed llenos del Espíritu."
El apóstol no habla
aquí de tener cierta cantidad, o medida, del Espíritu, puesto que el Espíritu
es una persona y no una substancia para dar en medidas. Está más bien
haciendo la comparación con el hecho de ser embriagado con vino: como por un
lado se trata de estar bajo el control del vino, por otro lado es cuestión de
estar bajo el control del Espíritu. La
exhortación se podría leer así en castellano:
"antes bien, seguid siendo llenos del
Espíritu."
Para concluir, hay un
comentario que algunos hermanos te harán como creyente. Te dirán:
"Ahora eres salvo; es maravilloso. Pero todavía te falta una
cosa. ¿No quieres tener todo lo que el Señor tiene para ti?" Tu respuesta puede ser: “Sí, pero doy gracias
a Dios que ya está hecho porque está escrito:
“Porque en Él (Cristo) habita corporalmente
toda la plenitud de la Deidad, y
¡VOSOTROS ESTÁIS COMPLETOS EN ÉL!” (Colosenses 2:9, 10).
III EL
BAUTISMO DEL ESPÍRITU Y LA IGLESIA, CUERPO DE CRISTO
Este tema se tocará, seguramente, en
una manera mucho más extensa en una asignatura sobre la Eclesiología (Estudio
del tema de la Iglesia). Nuestro texto
de René Pache subraya la importancia de esto.
Implica que el Espíritu Santo nos ha dado una nueva posición en
Cristo, en su cuerpo; sentados con Cristo en los lugares celestiales
(Ef. 2:6). Somos crucificados y
resucitados con Cristo. No sólo él en
nosotros, pues, sino también nosotros en él.
(Véase pp. 74-77 en René Pache).
Lo que
nos importa saber en este contexto es que toda la Iglesia fue bautizada en el
Espíritu Santo para formar un solo cuerpo (1 Co. 12:13). Nuestra posición en el Espíritu Santo, por
tanto, es equivalente a nuestra posición en el cuerpo de Cristo. No podemos pretender tener una auténtica
espiritualidad si no estamos claramente vinculados a la Iglesia de Cristo.
Sin
embargo, hay una cuestión mucho más importante que los errores sobre el
bautismo del Espíritu Santo. Importa aún
más la cuestión positiva, sobre el ministerio del Espíritu de Dios en nuestras
vidas: ¿Cómo puede uno conseguir una vida llena del Espíritu Santo? En verdad, si uno no ha resuelto esta
cuestión, no le será de gran provecho tener una doctrina correcta sobre los
dones y sobre el Bautismo del Espíritu Santo.
Es imprescindible que aprovechemos las bendiciones que el Señor ya nos
ha dado. Las próximas lecciones
desarrollarán este tema.
LECCIÓN V
LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO Y LA SALVACIÓN (II)
En su
asignatura de Teología Sistemática (Escuela Evangélica a Distancia), Miguel
Herbaje escribe: "La parte del
Espíritu Santo es la aplicación y realización en la práctica de la obra
cumplida del Hijo." Esto se aplica
tanto a la salvación como a todos los demasiados beneficios que pueden
derivarse de la muerte y resurrección del Hijo de Dios. Hemos visto en la lección anterior cómo el
Espíritu Santo aplica la obra de redención de Cristo al hombre, convenciéndole,
dándole vida nueva (regeneración), y bautizándole en el cuerpo de Cristo. (Más adelante estudiaremos el asunto del
Espíritu Santo y la Iglesia). Quedan
algunos aspectos más de la salvación en que el Espíritu Santo juega un papel
importantísimo.
LA RECEPCIÓN
DEL ESPÍRITU SANTO
La promesa de Jesús:
Jn. 14:16; 16:7; Hch. 1:8.
¿Quién recibe el Espíritu?
¿Los
apóstoles solamente?
Los que
se arrepienten (Hch. 2:38-39) Todos.
Condición para recibir el Espíritu:
Arrepentimiento (Hch. 2:38-39)
Fe (Gá.
3:13-14; Ef. 1:13).
René
Pache hace resaltar el hecho que no es necesario ni una espera prolongada, ni
intensas oraciones, ni la imposición de manos, ni el bautismo en agua, ni hay
necesariamente el don acompañante de hablar en lenguas. La única condición, en verdad, es la fe. (Jn. 7:38-39; Ef. 1:13; Ef. 3:16-17; Gá.
3:1-5).
Se oye
hablar, hoy en día, de personas que quieren comunicar el Espíritu a otros
¡soplando sobre ellos! ¿Acaso se toman
por Jesucristo? No hay que repetir la
obra ya cumplida de Cristo: como la crucifixión y la resurrección y la
glorificación fueron una vez para siempre, también el don del Espíritu lo
fue. Otros hacen gestos como pasar un
manto en el aire para que la gente reciba el Espíritu. ¡Todo en nombre del Evangelio! Existe el peligro de imitar a aquellos que
practican el ocultismo. Satanás siempre
quiere quitar el énfasis de la fe: Si hay una cosa que él tiene en horror, es
la fe de los evangélicos. La
simple fe en Cristo y en sus promesas.
Así que, él siempre tratará de hacernos añadir algo a esta fe.
LA ADOPCIÓN
POR MEDIO DEL ESPÍRITU SANTO
En Efesios
1:5 leemos "en amor habiéndonos
predestinados para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el
puro afecto de su voluntad".
Ante
todo, nuestra adopción, como "hijos suyos", es la obra de
Jesucristo. Es él que hizo la obra de
redención a la cruz, abriéndonos la puerta para ser miembro de la familia de
Dios por la fe en él. Sin embargo, una
vez más, es el Espíritu Santo que aplica esta obra a nosotros personalmente. Sino, todo quedaría teórica.
En
Romanos 8:14-15, leemos, pues, "Porque
todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de
Dios. Pues no habéis recibido el
espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido
el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!" ("¡Abba!" es la palabra aramáica
para decir, de una manera muy íntima, "¡Papá!"). Pablo vuelve a repetir esta enseñanza en
Gálatas 4:6 "Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de
su Hijo, el cual clama: ¡Abba! ¡Padre!"
Aprendemos
dos cosas en estos versículos. Primero,
que somos hechos hijos, legalmente, por el hecho que Cristo murió por nuestros
pecados. En segundo lugar, llegamos a
conocer, apreciar, y disfrutar de esta relación de hijo, mediante el Espíritu
que nos envía. No se trata de una
diferencia en tiempo: la salvación en Cristo y la recepción del Espíritu, como
lo hemos visto, son simultáneos. Se
trata simplemente del orden lógico. Una cosa es el resultado de la otra.
Nos
interesa, sin embargo, examinar estos pasajes de más cerca, para llegar a
apreciar lo que implica, en términos prácticos, la recepción del Espíritu de
adopción. El texto en Gálatas nos
demuestra que mediante el Espíritu de adopción hemos pasado de ser esclavos de
la ley, a ser hijos, libres. En las familias
romanas más ricas, había un costumbre por el cual un padre adoptaba al que era
su propio hijo. Durante un tiempo el
hijo estaba bajo la tutoría de un esclavo, que tenía el derecho y la
responsabilidad de disciplinarle. Pero
llegado a una cierta edad, el padre le reconocía como hijo con todos los
derechos. Entonces estaba liberado de la
tutela del esclavo que le enseñaba, para disfrutar de todos los derechos del
hijo y heredero. Si lees Gá. 4:1-7 con
esto en mente, lo entenderás mejor. Así,
nosotros, teniendo el Espíritu, somos plenamente hijos, con todos los derechos
y privilegios de ser parte del reino de Dios.
En
Romanos 8:12-18 vemos unas cuantas ventajas más de tener el Espíritu de adopción:
I vv.
12-13 Liberados de los
deseos de la carne: para vivir conforme al Espíritu.
II v. 14 Guiados por el
Espíritu. No nos amenaza, como la ley,
sino nos guía como un padre a su hijo mayor.
III v. 15 Liberados del temor,
porque somos hijos y no esclavos.
IV v. 15 Tenemos una relación
íntima "¡Papá!"
V v. 16 Tenemos el
testimonio interior del Espíritu que somos hijos de Dios.
VI v. 17 Somos herederos por
ser hijos. (Ya hemos visto como el
Espíritu es "las arras" de nuestra herencia - Ef. 1:14)
VII v.17-18 Tenemos una esperanza
gloriosa para el futuro.
Todas
estas cosas están implicados en el hecho de que el Espíritu de Dios ha aplicado
la adopción del hijo a nosotros, dándonos una nueva relación con Dios. Esta relación, la tenemos desde nuestra
conversión.
LA CERTEZA QUE
EL ESPÍRITU SANTO NOS DA
¿Has
dudado de tu salvación alguna vez? ¿Has
tenido serias dudas, que ni siquiera la lectura de la Palabra de Dios podía
resolver para ti? ¿Cómo resolviste esas
dudas? Seguramente, habrá sido en tu
relación personal con Dios.
"El Espíritu mismo da testimonio a nuestro
espíritu, de que somos hijos de Dios" (Ro. 8:16) Ya hemos considerado
este versículo como dando uno de los beneficios de nuestra adopción. En efecto,
el Espíritu Santo, que nos da esta relación íntima con Dios, nos convence en
nuestros corazones de que somos hijos de Dios, y esta convicción es algo que
nadie puede quitar.
René
Pache nos menciona dos aspectos del testimonio del Espíritu Santo de que somos
hijos de Dios: el testimonio escrito, y el testimonio en nuestros
corazones. Cuando tuve mis dudas, por
una comprensión equivocada de Hebreos 6,
creyendo que estaba irremediablemente perdido después de haber sido
salvo, después de unos tres días de angustia, ¡acudí a mi Padre celestial! ¡Al mismo Padre que yo creía me había
rechazado eternamente! Y le pedí que si
hubiera alguna esperanza para mí, me lo mostrara. Él dirigió mi atención a Juan 6:37 "Todo
lo que el Padre me da, vendrá a mí, y el que a mí viene, no le echo
fuera". Este texto de las
Escrituras inspirado por el Espíritu me dio paz y seguridad. Pero en seguida que acepté la paz que las
mismas Escrituras me daba, vi que el Espíritu que estaba en mí ya me estaba
diciendo que era un hijo de Dios, y que nunca había dejado de serlo. Sólo que en mi angustia no podía oír la voz
del Espíritu. Por esta razón tenemos el doble
testimonio.
LA HABITACIÓN
Y PERMANENCIA DEL ESPÍRITU SANTO EN EL CREYENTE
El hecho
que el Espíritu Santo mora y permanece dentro de nosotros fue muy importante
para el apóstol Pablo.
Como demostración de nuestra salvación:
"Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros
mismos. ¿O no os conocéis a vosotros
mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?"
(2 Co. 13:5)
Como base de nuestra santificación,
y de nuestra entrega:
"¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual
está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y no sois vuestros?" (1 Co.
6:19)
Como base de
nuestra separación:
"¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios
viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, Y
ellos serán mi pueblo" (2 Co. 6:16)
Como base de nuestro servicio:
"Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en
nosotros" (2 Ti. 1:14)
Como base de nuestra vida
de iglesia local:
"¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en
vosotros? Si alguno destruyere el templo
de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois
vosotros, es santo" (1 Co. 3:16-17)
En la
medida que entendamos esta verdad, y que la creamos, sabremos beneficiar de sus
ventajas. En la medida en que la tomemos
en serio, querremos beneficiar de sus ventajas.
Es el hecho de conocer esta verdad, como conocer las demás verdades, que
nos hace libres (Jn. 8:32). Ahora bien,
este conocer, ha de ser un conocer experimental, y no solamente
intelectual.
¿Ignoramos
esta verdad?
Aun en
los tiempos apostólicos, había creyentes ignorantes de esta verdad. Por esta razón dijo el apóstol: "¿No
sabéis que...?" Pero para
nosotros hoy en día, no hay excusa por nuestra ignorancia. Tenemos las Escrituras. Tenemos los Evangelios, en que Jesús dice:
"El que come
mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él"
(Jn. 6:56) (Aquí no podemos separar al
Espíritu Santo, de Cristo, puesto que Cristo ha de permanecer en nosotros por
el Espíritu).
"En aquel día
vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en
vosotros" (Jn. 14:20)
"Permaneced en
mí, y yo en vosotros. Como el
pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así
tampoco vosotros, si no permanecéis en mí" (Jn. 15:4)
"Y les he dado
a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has
amado, esté en ellos, y yo en ellos" (Jn. 17:26)
"Hijitos,
vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en
vosotros, que el que está en el mundo" (1 Jn. 4:4)
- además de los textos que ya hemos leído en las
epístolas de Pablo.
La duda
que muchos tienen es si el Espíritu Santo permanecerá en nosotros para siempre,
o si puede marchar: ¿podemos perder la presencia del Espíritu Santo en nuestras
vidas?
¿Y
permanece?
Más
adelante en esta asignatura tocaremos el tema de "contristar al Espíritu
Santo". Basta con decir, ahora, que
no es el mismo que perder la presencia del Espíritu.
"Pero la
unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis
necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las
cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced
en él" (1 Jn. 2:27)
"Todo aquel
que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios
permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios" (1 Jn.
3:9)
"Y el que
guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en
nosotros, por el Espíritu que nos ha dado" (1 Jn. 3:24)
"En esto
conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado el
Espíritu" (1 Jn. 4:13)
"Todo aquel
que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios"
(1 Jn. 4:15)
"Y yo rogaré
al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre" (Jn. 14:16)
Así,
Dios no retira su Espíritu de su creyente.
René
Pache demuestra cómo la morada del Espíritu en nosotros significa la morada del
Padre y del Hijo en nosotros. "En quien vosotros también sois juntamente
edificados para morada de Dios en Espíritu" (Ef. 2:22); "para
que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder
en el hombre interior por su Espíritu para que habite Cristo por la fe en
vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor"
(Ef. 6:16-17); "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y
ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo
en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí"
(Gá. 2:20); "a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este
misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de la
gloria" (Col. 1:27); "Respondió Jesús y le dijo: - El que me ama,
mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en
él" (Jn. 14:23). No se puede,
pues, separar el uno del otro. El
Espíritu Santo es el medio por que el Padre y el Hijo hacen su morada en
nosotros.
¿Cuándo
empieza a habitar en nosotros?
En
realidad, el Espíritu Santo mora en nosotros a partir del momento en que somos
bautizados por el Espíritu, es decir a partir de nuestra verdadera
conversión. En el momento en que creemos,
en que nacimos de nuevo, en que somos bautizados por el Espíritu en el cuerpo
de Cristo, entonces el Espíritu Santo empieza a habitar en nuestro corazón.
"Todo aquel
que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios"
(1 Jn. 4:15);
"Respondió
Jesús y le dijo: - El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y
vendremos a él, y haremos morada en él" (Jn. 14:23);
"He aquí, yo
estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él,
y cenaré con él, y él conmigo" (Ap. 3:20);
"para que
habite Cristo por la fe en vuestros
corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor" (Ef. 6:17).
Ahora bien, alrededor de estos mismos textos hay varios
textos que insisten en que nuestra fe ha de ser una fe sincera, y no una simple
adhesión al cristianismo.
¿Qué decir de la posibilidad de alguna excepción, de
algún creyente en que el Espíritu Santo no permanece?
"Mas vosotros
no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios
mora en vosotros. Y si alguno no tiene
el Espíritu de Cristo, no es de él"
(Ro. 8:9)
El Espíritu que mora en nosotros nos guía en la
voluntad de Dios (Ro. 8:14). Es su
morada en nosotros, también, que nos unifica y nos pone en pie de
igualdad (Col. 3:11).
¿Y tú,
qué?
René Pache, al fin de su capítulo sobre este tema, nos
pregunta: ¿Estás seguro que el Espíritu Santo mora en ti? En otras palabras, ¿te has arrepentido y
puesto tu fe en la obra completa de Cristo en tu favor en la cruz? ¿Te has convertido verdaderamente a él? Porque esto es la condición. Si no es el caso, no permanezcas en tu
estado perdido por simple orgullo de ¿qué dirán los demás? Un buen amigo mío había sido bautizado y
ahora era diácono en una iglesia bautista evangélica cuando reconoció que
todavía no era salvo. Gracias a Dios,
¡lo rectificó! No quiso permanecer
perdido sólo por el orgullo de no querer confesar que todo ese tiempo no había
sido salvo.
LECCIÓN
VI
ANDAR EN EL ESPÍRITU - I
LA PLENITUD
DEL ESPÍRITU
"Yo he venido para que tengan vida, y para
que la tengan en abundancia" (Jn. 10:10)
"No os embriaguéis con vino, en lo cual hay
disolución; antes bien sed llenos del Espíritu" (Ef. 5:18)
Qué es la plenitud del Espíritu?
No se trata de:
una
plenitud cuantitativa, física, puesto que el Espíritu no es una sustancia.
la
capacidad de hacer milagros.
un
estado progresivo de santificación (examinaremos la cuestión de la santificación
por el Espíritu en otro estudio).
Se trata más bien de:
ser
plenamente controlado por el Espíritu de Dios que está en nosotros.
Examinemos el texto de Ef. 5:18.
Primero,
habla de "embriagarse con vino".
En segundo lugar habla de ser "llenos del Espíritu". Parece que quiere hacer una comparación entre
los dos. Alguien que se embriaga con
vino está controlado por el vino que ha bebido; que está dentro de
él. Así, alguien que está lleno del
Espíritu está controlado por el Espíritu que está dentro de él.
Ya hemos
visto cómo los creyentes fueron llenos del Espíritu en el día de Pentecostés,
cuando tuvo lugar su Bautismo del Espíritu.
Luego, en Hechos 4:31, después de que habían recibido amenazas de las
autoridades, oraron juntos y volvieron a estar llenos del Espíritu. Posiblemente, tuvieron un susto al ser
amenazados, y necesitaban volver a su relación con el Señor. Varias veces en
Hechos vemos cómo se menciona que están "llenos del Espíritu" (Hechos
6:3,5; 7:55; 11:24; 13:9). Se trata, en
verdad, de la experiencia práctica de la vida cristiana. Se podría hablar de ser lleno de Cristo, pero
es en el Espíritu Santo que lo somos. No
se puede, en realidad, separar del tema de la santificación por el
Espíritu. Porque se trata, en realidad, de
andar en el Espíritu, de andar en comunión con Dios, en la vida victoriosa con
él. Examinaremos, a continuación, cómo
Romanos 6 describe esta plenitud.
El ser
lleno del Espíritu no significa, por tanto, que nosotros tengamos más del
Espíritu que antes. Significa que el
Espíritu Santo tiene más de nosotros. El
Espíritu tiene pleno acceso a nuestra mente y nuestro corazón. Eso lo tiene mediante nuestra fe. Y este acceso que el Espíritu tiene a
nosotros, que ha de ser continuo. No
estás "lleno" una vez para siempre, como un vaso lleno de agua: ha de
ser un proceso, verdaderamente, de desbordamiento, o hemos de ser como un tubo,
que el Espíritu llena y utiliza como un canal.
Es un proceso continuo de llenar.
En el
Nuevo Testamento vemos varias expresiones para la vida cristiana tal como Dios
quiere que la vivamos:
"Sed llenos del Espíritu"
"andad en el
Espíritu"
"permaneced en
mí (Cristo)
"consideraos
muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro"
"la voluntad
de Dios es vuestra santificación"
"pero si
andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión los unos con otros"
y unas cuantas más.
Estoy
convencido de que cada una de estas expresiones describe la misma
experiencia cristiana. Son distintas
expresiones, no para describir distintas experiencias, sino para ayudarnos a
entender la experiencia cristiana que Dios quiere para nosotros. Por un lado, una expresión puede ser extraña
para una persona: no llega a entenderla.
Alguna otra expresión le ayudará.
Por otro lado, alguien puede tener una interpretación desequilibrada de
una de las expresiones. Las demás
expresiones le ayudarán a equilibrar su comprensión de la experiencia
cristiana. Por ejemplo, alguien que
piensa que por leer "andar en el Espíritu" se trata de andar en
alguna especie de éxtasis continua, ha
de examinar expresiones como "andar en la luz", "andar en la
Palabra", "estar en comunión con los hermanos" para ver que se
trata de vivir una vida muy práctica en la tierra, pero conducida por el
Espíritu.
El
estudio siguiente puede dar una idea de lo que significa ser lleno del
Espíritu.
SER
LLENO DEL ESPÍRITU SANTO
Efesios
5:18; Colosenses 2:6; Romanos 6:1-14
Cada
cristiano debe entrar, por la fe, en la vida llena del Espíritu Santo, por las razones siguientes:
1. Porque es
un mandamiento de Dios;
2. Porque es
la única manera de triunfar sobre el pecado en su vida;
3. Porque es
la única manera de servir al Señor.
Cada cristiano tiene interés en
entrar, por la fe, en la vida llena del Espíritu para conseguir los resultados siguientes:
1. para disfrutar plenamente del gozo del
Señor y de la vida abundante;
2. para ser un vencedor;
3. para ver actuar a Dios en su vida y en
las vidas de los demás;
4. para evitar desastres en su vida.
Pero lo
mejor es que cada cristiano puede
entrar, por la fe, en la vida llena del Espíritu. Este último es el tema que más nos interesa.
Muchos
creen que la plenitud del Espíritu Santo es la experiencia ideal, pero que no
la pueden conseguir. Muchos se conformen
con ser vencedores en el cielo, sin serlo ahora en la tierra. Muchos se conforman con ser perdonados de sus
pecados sin ser liberados de sus pecados.
Y tú,
¿has llegado a la conclusión que para ti, una vida triunfante es imposible?
Cada creyente puede entrar, por la
fe, en una vida llena del Espíritu, siguiendo
los pasos descritos en Romanos 6:
1) SABER
que todo ya está hecho para ti en la crucifixión y la resurrección de
Jesucristo. Romanos 6:6.
2) CONSIDERARLO
como siendo hecho en tu vida: aceptarlo, por decisión personal. Romanos 6:11.
3) PRESENTAR
tu vida en sus varios aspectos a Dios en lo práctico, por la fe. Romanos 6:13; Colosenses 3:5.
El ser
lleno del Espíritu es como la salvación.
Para ser salvo, hay que saber que Jesús derramó su sangre por tus
pecados. Luego, hay que considerarlo
como tuyo; aceptarlo personalmente. Por último hay que aplicarlo por fe
a los varios aspectos de tu vida, tus pecados, aprendiendo a decir:
"Gracias Señor, ya me has justificado de esto, y esto, y esto..." Es así la plenitud del Espíritu.
I.
HAY QUE SABER QUE
TU VIEJO HOMBRE HA SIDO CRUCIFICADO CON ÉL (Romanos 6:6)
1.
No puedes
prescindir de la doctrina y de su conocimiento.
2.
Tú no debes
tratar de morir al pecado. Ya está
hecho. No trates de crucificar a tu
viejo "yo". Rom.6:2,3,6; Col.3:3,9.
3.
El
"yo" es el único obstáculo a la plenitud del Espíritu Santo, y el
"yo" fue crucificado con Cristo hace 2.000 años, a pesar de las
apariencias. Ya no hay impedimento sino
tu propia incredulidad o ignorancia.
4.
No es cuestión
de convencerte mentalmente mediante la concentración o repetición de ciertos
versículos, sino SABERLO, ESTAR ENTERADO, y descansar en este conocimiento.
5.
El pecado no
tiene ningún poder sobre ti, ni para condenarte, puesto que la sangre de
Cristo se ha aplicado a ti, ni para esclavizarte, puesto que la crucifixión de
Cristo ha sido aplicado a tu vida.
6.
El pecado
actúa mediante tu carne, mediante tu "YO" (Romanos 7:14,18). El
"YO" no puede dominar el pecado, porque el "YO" es el
vehículo del pecado. Pero si el
"YO" ha muerto ya con Cristo, entonces ¡es otra cosa!
7.
La primera
cosa es saber, sin ninguna duda, y contra toda evidencia, que tu carne ya ha
sido crucificado juntamente con Cristo, y que tu has sido liberado de la carne
y del pecado.
8.
¿Estás
dispuesto, ahora, por la fe, a decir:
"Yo sé que por la gracia de Dios mi carne ha sido crucificado
juntamente con Cristo" ?
II.
HAY QUE CONSIDERARSE
COMO MUERTE AL PECADO (Romanos 6:11)
1.
Aunque éste
parece similar al punto anterior, hay que notar una diferencia muy importante
entre saber y considerar. Es como la
diferencia entre ver una fiesta y disfrutar de la fiesta.
2.
La palabra
traducida por "considerar" en Romanos 6, es una expresión de
contabilidad. Significa hacer una
entrada en tus libros. No puedes hacer
una entrada en tus libros de contabilidad de algo que no existe; de una venta
o una compra o una adquisición cualquiera que no haya sido hecho.
3.
Por otro lado,
sólo sacas provecho del dinero que tienes cuando cuentas con aquello.
4.
Ya sabes que
tu viejo hombre, esclavo del pecado, ha muerto con Cristo, y que la vida de
Cristo resucitado está en ti con todo su poder. (Romanos 6:4,5,8). Lo sabes por doctrina, por enseñanza. ¿Por qué no aprovecharlo ahora, por la fe,
contando con aquello?
5.
Si quieres
creerlo, puedes decir ahora, por la fe:
"Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive
Cristo en mí; y lo que vivo ahora en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de
Dios, el cual me amó y se entregó a si mismo por mí." (Gálatas 2:20)
6.
Es una
decisión que tú puedes, y debes, y tienes interés en, tomar en este momento:
la decisión de aceptar por la fe, lo que ya ha sido dado... y creer que lo
tienes en seguida.
III.
HAY QUE ENTREGARSE,
PRESENTARSE CON SUS MIEMBROS A DIOS (Romanos
6:13; Colosenses 3:5)
1.
No puedes
volver a crucificar el "yo". Fue hecho una vez por todos, por
Jesucristo.
2.
Una vez
aceptado esta verdad, hay que aplicarlo por la fe a diversos aspectos de tu
vida.
3.
En la
tentación, dices: "Esto es una atracción para mi carne, para mi
"yo", pero aquello ha sido crucificado ya, y ¡gracias a Dios, Cristo,
que vive en mí, no cae en este pecado, sino lo rechaza!"
4.
Sin embargo,
no puedes presentarte, ni presentar tus miembros a Dios antes de aceptar que
has sido crucificado con Cristo.
5.
Depende ahora
de tu decisión personal. ¿Quieres vivir
según la carne, y tratar de combatir la carne con la carne? ¿o dejarás más bien
que Cristo, por su Espíritu, viva y lucha victoriosamente en ti?
Esta
vida es la cosa más emocionante que hay, y es tuyo ya si la aceptas por la
fe. Es la vida llena del Espíritu de Dios. La puedes tomar y vivir, a partir de ahora
mismo.
La
pregunta importante es, pues, no tanto ¿quién tiene la interpretación correcta
de la plenitud del Espíritu?, sino ésta: ¿estás tú lleno del Espíritu?
Para
otro aspecto de la plenitud del Espíritu, que el estudiante lea las páginas
113-133 en La Persona y la Obra del Espíritu Santo, por René Pache. El autor menciona el hecho que es
indispensable que todo creyente sea lleno del Espíritu; habla de la
confirmación de Jesús de que esta plenitud será disponible. "Jesús
le dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el
que en mí cree, no tendrá sed jamás" (Jn. 6:35); "En el último gran día de la fiesta, Jesús se
puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y
beba. El que cree en mí, como dice la
Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva" (Juan
7:37-38). En esas páginas Pache describe
la experiencia de los primeros discípulos en el libro de los Hechos; comenta
que Dios ordena que seamos llenos del Espíritu; describe el significado
de esta plenitud; y luego explica cómo conseguir esta plenitud. En su explicación menciona los pasos
siguientes para ser lleno del Espíritu:
1. Confesar a Dios todo pecado consciente
y dejarse purificar por la sangre de la cruz
2. Desear y buscar esta plenitud del
Espíritu
3. Entregarse a Dios totalmente, sin
reservas, abriendo todo su ser a la influencia de Dios
4. Creer que Dios le ha llenado de
su Espíritu si ha cumplido las tres primeras condiciones.
Estoy convencido
de que uno de los mayores obstáculos es este último: creer. Muchos creyentes cumplen las tres primeras
condiciones, y siguen pidiendo la plenitud, pero no entienden esto de creer. Si no ven alguna señal, no están dispuestos a
creer que Dios ya ha cumplido su Palabra.
Lo que he explicado en las páginas 35 hasta 36, enfatiza especialmente este último aspecto. Porque básicamente, es por la fe que
andamos, en la misma manera en que primeramente recibimos la salvación.
CONTRISTAR AL
ESPÍRITU
"No
contristáis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el
día de la redención" (Ef. 4:30).
René
Pache toca el tema de contristar al Espíritu, antes de tocar el de la
plenitud. Prefiero hacer el contrario,
puesto que un creyente puede y debe estar lleno del Espíritu a partir de su
conversión, sea conscientemente o no, y es el hecho de contristar al
Espíritu de Dios que interrumpe esta plenitud, y que hace necesario para el
creyente que busque la plenitud del Espíritu.
Cuando
un creyente ha contristado al Espíritu
por
su desobediencia, su negligencia de la espiritualidad y/o de la Palabra de
Dios, su falta de respeto hacia la santidad, expresado en sus palabras, en sus
pensamientos, o en sus actos,
entonces interrumpe su
comunión con Dios.
No
olvidemos que el Espíritu de Dios es el agente de la comunión o comunicación
"la gracia del Señor Jesucristo, el
amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén."
(2 Co. 13:14).
El Espíritu no se va del
creyente. (Véase el estudio sobre la permanencia del Espíritu en el
creyente).
Sigue
morando en su corazón. Pero parece
silencioso. El creyente empieza a sentir
una tristeza, deja de sentir que la Palabra de Dios le habla; tiene la
impresión cuando ora que está haciendo un ejercicio vano; y si la cosa dura,
hasta puede endurecerse en una indiferencia hacia las cosas espirituales; su
conciencia llega a ser mucho menos sensible hacia el pecado.
¿Has
conocido tal experiencia alguna vez en tu vida?
Estoy seguro que sí. Si estás
conociendo esta experiencia ahora, vuelva a repasar los pasos que ves en el
libro de René Pache, y lo que hemos visto en esta lección, en Romanos 6.
LECCIÓN
VII
ANDAR EN EL ESPÍRITU (II):
LA
SANTIFICACIÓN
I
Tesalonicenses 4
2. Porque ya sabéis que instrucciones os
dimos por el Señor Jesús;
3. pues la voluntad de Dios es vuestra
santificación; que os apartéis de la fornicación
.....................................
7. Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia,
sino a santificación.
8. Así que,
el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos dio su
Espíritu Santo.
En su
asignatura de la Escuela teológica a Distancia sobre Teología Sistemática, don
Miguel Herbage dice: “Existe en las iglesias gran ignorancia acerca de la
santificación y cómo se realiza, y donde no hay ignorancia, hay confusión. En muchas iglesias, la única ayuda que
reciben los miembros en la santificación es en forma de constantes
exhortaciones a leer la Biblia más, a orar más, a testificar más, a asistir con
más regularidad a los cultos; pero siempre exhortaciones, exhortaciones y más
exhortaciones, hasta que la gente se cansa." Añade, luego: "Las normas bíblicas de
conducta no son adecuadamente enseñadas y en consecuencia muchos creyentes
aceptan un nivel inferior de rectitud en ciertos ámbitos, en sus relaciones
cívicas y comerciales, por ejemplo."
En
muchos aspectos del tema del Espíritu Santo, parece que el mayor problema es el
de la ignorancia de los creyentes.
"No quiero, hermanos, que ignoréis
acerca de los dones espirituales" (1 Co. 12:1). Se traduce con más exactitud "No quiero,
hermanos, que ignoréis acerca de los asuntos espirituales". En 1 Co. 10, un capítulo que toca el tema de
la tentación y de la resistencia a la tentación, Pablo empieza diciendo
"Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos
estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar...".
Según el
catecismo de Westminster, la santificación es definida como "la
obra de la libre gracia de Dios, por la que somos renovados en el hombre
completo según la imagen de Dios, y somos capacitados más y más para morir al
pecado y vivir a la justicia"[6]. Vemos aquí el
énfasis en el aspecto progresivo de la santificación "más y
más", en contraste al aspecto puntual de la justificación: fuimos
declarados justos una vez para siempre, mediante la imputación de la justicia
de Cristo por medio de su obra en la cruz.
Ahora bien, al hablar de santificación, hay que recordar que ésta
también tiene un aspecto puntual. Pablo,
en 1 Co. 1:2, expresa que está escribiendo "a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo
Jesús, llamados a ser santos con todos los que invocan el nombre de nuestro
Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro". Aquí vemos que son santificados, pero
son también llamados a ser santos.
Existe un doble tiempo, un doble aspecto de la santificación. Dios nos declara santos porque somos en
Cristo: somos "apartados" para Dios, "sagrados" para él,
siendo en Cristo. Pero somos
llamados a ser santos, en la práctica, en el andar diario. Es este segundo aspecto, esta santidad a la
cual son llamados "todos los que invocan el nombre de nuestro Señor
Jesucristo" que solemos llamar la santificación. El otro aspecto, el puntual, solemos relegar
a la doctrina de la justificación.
Nuestra
santificación progresiva y práctica a la cual somos llamados, sin embargo,
depende de la santificación absoluta, puntual que recibimos en Cristo. ¿No es cierto que un vagabundo, que se
enterara repentinamente que era hijo de reyes, perdido en su infancia,
empezaría a comportarse en una manera distinta?
Solemos querer vivir lo que somos.
La santidad que tenemos en cuanto a nuestra posición en Cristo
hace lógica la santidad en cuanto a nuestro andar diario con Cristo. Y esta santidad práctica es el propósito de
nuestra elección y salvación. "Nos escogió en él (Cristo) antes de la
fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él"
(Ef. 1:4). "Quien se dio a sí mismo
por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un
pueblo propio, celoso de buenas obras" (Tito 2:14).
Ahora
bien, el tema de la santificación práctica en nuestro andar diario con Cristo
no se puede separar del tema de la plenitud del Espíritu Santo. Los dos son uno: la plenitud del Espíritu es
la santificación. Hemos dicho en la
lección anterior que hay varias expresiones en la Biblia que describen la misma
cosa que la expresión "lleno del Espíritu". A la lista de expresiones que citamos,
habríamos podido añadir: la santificación, y andar por la fe. Pero hay muchos más.
Nuestro
breve estudio que hicimos en Romanos 6 nos enseña, en verdad, cómo andar en una
manera apartada del pecado, y apartada para Dios (lo que sería una buena
descripción de la santidad). Pero hay
que evitar un error serio: A veces un creyente que descubre el secreto de andar
por la fe cree que ahora ha entrado en una vida de santificación, o de plenitud
del Espíritu. Se equivoca seriamente, y
pronto lo notará. Se trata de un andar diario. Si no, no habrá cambio en su vida. Su supuesta "santificación" será
sólo la triste memoria de alguna experiencia espiritual sublime que en realidad
no ha cambiado nada en su vida de una manera duradera.
En su
asignatura de Teología Sistemática, Miguel Herbage hace una crítica de "aquellos tipos de enseñanza sobre la
santificación que implican una santificación repentina, un traslado de un
momento a otro de cierto nivel inferior de santificación a un nivel superior,
que luego llega a ser la experiencia constante.
Podremos ilustrar este tipo de doctrina de forma de diagrama:
Nivel superior de santificación
|
|
Acto de entrega:
Ü
|
|
Nivel inferior de santificación
|
Comentando
la variedad que hay de enseñanzas de este tipo, Herbage añade: “Pero dos puntos
tienen todos en común; dos puntos que no tienen fundamento alguno en la
Escritura, a saber: En primer lugar, que el paso o traslado del nivel inferior
al plano superior es más o menos momentáneo y que se logra mediante cierto acto
especial de fe, de consagración, de entrega, o lo que sea. En segundo lugar que el estado o nivel
superior que se alcanza mediante este cambio momentáneo, es luego
constante. No cabe duda que un
determinado creyente puede, en ciertos momentos de su vida hacer pasos
gigantescos de progreso en su vida espiritual.
Pero cualquier idea de que hay un
determinado acto de fe, entrega o lo que sea, que admite al creyente que lo
realiza en un estado espiritual superior, que le pone en una clase superior, es
ajena a la Biblia."
Creo que
hay dos extremos contra los cuales hemos de estar en guardia. Por un lado, el creer que se entra en un
período de santificación mediante un acto de fe, y que se permanece allí
(porque no se trata de un acto de fe, sino una vida de fe); y por otro lado,
creer que no hay santificación de este tipo para el creyente: que sólo ha de
esforzarse, reforzando su carácter, y orando a Dios que le ayude.
Otro
error, que fue muy común en el siglo XVIII, y que fue popularizado por John
Wesley, es creer que se puede entrar en una vida de santificación en que ya no
se peca más. Después de cierta
experiencia espiritual, que puede tener lugar unos pocos meses después de la
salvación, o unos cuantos años después, ya has dejado de pecar: ya has entrado
en la santificación completa. Fue en este
contexto que Wesley habló de la demostración absolutamente segura y final que
son los sentimientos personales del corazón.
El apóstol Juan descarta esta doctrina de una manera bastante clara:
"Si decimos que no tenemos pecado, nos
engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y
justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a
él mentiroso, y su palabra no está en nosotros" (1 Jn. 1:8-10). Es interesante que en el v. 9, cuando habla
de confesar nuestros pecados, Juan utiliza la palabra griega omologvmen, que es en el presente, que puede ser tan continuo como
puntual. En otras palabras no se trata
necesariamente de confesar en un momento, por ejemplo la conversión, sino
"Si seguimos confesando". Pero
¿cómo seguir confesando nuestros pecados si hemos entrado en un estado de
santificación completa, como lo dice Wesley?
Es una doctrina muy peligrosa, porque gente que adopta esta creencia cae
en la trampa del orgullo espiritual por un lado, un orgullo fatuo, y por otro
lado se endurece contra el pecado. Si el
marido es duro con su mujer no está pecando, está ejerciendo su responsabilidad
de autoridad. Si alguien pierde los estribos
no ha pecado, fue una ira justificada.
Si cae en algún otro pecado, en fin, es una debilidad de la carne pero
no un pecado. El ser humano es un genio
para justificar sus propias contradicciones.
Nuestra
santificación es obra de Dios (Jn. 17:17; 1 Ts. 5:23). Sin embargo, estamos llamados a andar en esta
santidad, y apropiarnos esta obra del Espíritu Santo que es la santificación:
apropiárnoslo y seguir apropiándonoslo.
¿Por qué
hay tan poca santidad evidente en la iglesia de Dios? Creo que es por un evangelismo fallado. Al evangelizar a las personas, al explicarles
el camino de salvación, descuidamos la verdad de que la santidad es una parte
íntegra de la salvación. Descuidamos a
veces poner el énfasis en el pecado, y implicamos que Jesús murió en la cruz
para salvarnos de nuestros problemas en vez de salvarnos, separarnos, de
nuestros pecados. No enseñamos la
santidad de Dios, ni comunicamos un horror del pecado. Cuando las personas se convierten, o hacen
profesión de convertirse, nos preguntamos por qué son tan poco convincente; por
qué el mundo no está impresionado por la presencia de los cristianos. Falta, como dice Miguel Herbage, "el
testimonio de vida que es imprescindible para hacer creíble el testimonio de
palabra". Por esto añade: “Hay que
poner en claro que el evangelio tiene que ver con el pecado y no sólo
con nuestros problemas. Cristo vino a
liberarnos de nuestro pecado. La
salvación en el sentido bíblico y espiritual quiere decir separar a un hombre
de su pecado. Hay que poner en claro que
la conversión es solamente el primer paso en la salvación, que continúa
durante toda la vida y culmina en la segunda venida de Cristo. No vienes a Cristo para tener gozo, ni para
la solución de tus problemas, ni principalmente para el perdón de tus pecados y
la liberación de la condenación eterna, sino principalmente para ser separado
de tu pecado y perfeccionado en la imagen de Cristo. Si no quieres ser separado
de tu pecado entonces no te interesa el evangelio."
LA SANTIDAD, OBRA EXCLUSIVA DE DIOS, POR
MEDIO DEL ESPÍRITU
"No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que
comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta"
(Ro. 12:2). Este texto puede hacernos
pensar que la renovación del entendimiento es obra nuestra. Sin embargo, Jesús
comunicó claramente que la regeneración era obra de Dios "de arriba",
"del Espíritu". (Juan 3:1-7).
Aquí se trata de aplicar esta regeneración en una manera práctica a nuestras
mentes, nuestra manera de pensar, lo que significa una decisión consciente de
hacerlo; una elección personal entre la manera de pensar de este siglo, y la
manera de pensar de Dios. Sin embargo,
ha de hacerse en una dependencia completa de Dios.
En la
misma manera, la elección personal está implicada en cuanto a la santificación,
pero es obra enteramente de Dios. "Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús
para buenas obras las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en
ellas" (Ef. 2:10). Es obra de Dios;
nosotros tenemos, sin embargo, que andar en estas obras. Pero no lo podemos hacer sin que Dios lo haga
en nosotros.
La
santificación es andar en dependencia total del Espíritu de Dios. "Digo
pues, andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne Porque el deseo de la carne es contra el
Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí,
para que no hagáis lo que quisiereis
Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley ...Mas el
fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley" (Gá. 5:16-18;
22-23).
En este pasaje vemos que:
I
Andar en el Espíritu es el secreto para no ser carnal
1 Es reemplazar una cosa con otra. (Ejemplo de quitar el aire de un vaso por el
simple medio de llenarlo con agua).
2 Se trata de una elección personal continua.
II
Andar en el Espíritu es el medio más eficaz para luchar
contra el pecado
1
¿"Más eficaz"? Es el único medio. No podemos luchar por nosotros mismos. Sería la carne contra la carne. ¿Quién ganaría? La carne. Y la carne tiende a pecar.
2
Hay que aprender a depender del
Espíritu, reconociendo nuestra debilidad.
Este "aprender" en la práctica es el crecimiento en la madurez
cristiana.
3
El orgullo personal no puede tener
fuerza contra el pecado. Ni siquiera el
"orgullo espiritual" o religioso.
4
Pero si dependemos del Espíritu,
andando conscientemente en el Espíritu, entonces ya tenemos la
"victoria" tan rebuscada. (En
realidad no se trata de victoria tanto como obediencia).
III
Es el Espíritu en nosotros, mientras andamos por él, que
produce las cualidades de carácter que pertenecen a la santidad.
1
La carne produce sólo las obras de
la carne.
2
El Espíritu produce el fruto del
Espíritu (Gá. 5:22-23).
3
Por un lado, sin esfuerzo,
naturalmente, porque es su naturaleza.
4 Nuestro
esfuerzo, pues, no ha de ser de producir el amor, gozo, paz..., sino de andar
en el Espíritu (o andar por la fe - Col. 2:6).
LECCIÓN
VIII
ANDAR EN EL ESPÍRITU (III)
LA CONSOLACIÓN
DEL ESPÍRITU
"Y yo rogaré
al Padre, y os dará otro Consolador,
para que esté con vosotros para siempre" (Jn. 14:16)
"Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien
el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará
todo lo que yo os he dicho" (Jn. 14:26)
"Pero cuando
venga el Consolador, a quien yo os
enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará
testimonio acerca de mí" (Jn. 15:26)
"Pero yo os
digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas
si me fuere, os lo enviaré" (Jn. 16:7)
La palabra "consolador"
aquí es exactamente la misma palabra que encontramos en 1 Juan 2:1 "Hijitos míos, estas cosas os escribo para
que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo". En este texto la palabra es "abogado".
En el griego, es la palabra ParaklhtoV (parakletos). Separada en dos palabras, tenemos Para klhoV (para kletos) "al lado de", y
"llamado". Quien es
"llamado al lado de alguien" bien puede ser, en un caso, según la
necesidad, un abogado; en otro caso, alguien para consolar; en otro, alguien
para animar, o exhortar. Justamente, la
palabra para "exhortar" (por ej. en Romanos 12:8) es también la
misma, en su forma de verbo: parakalew (parakaleo). Hasta se ve la misma palabra traducida
"ruego" en Romanos 12:1. Pero
me parece que allí se podría igualmente haber traducido "exhorto"
(como lo hace en la versión francesa de Louis Segond, y en la Biblia
Reina-Valera revisada en '77). Así que
si el Espíritu es el parakletos, es
porque está llamado a nuestro lado para fortalecer y animarnos. En el contexto de los versículos que hemos
mirado en Juan 14 hasta 18, podemos ver el aspecto de "consolar",
supliendo la ausencia de Cristo. René
Pache subraya este aspecto del ministerio del Espíritu Santo al citar Isaías
63:14 "El Espíritu del Señor los
pastoreó, como a una bestia que desciende al valle; así pastoreaste a tu
pueblo, para hacerte nombre glorioso".
Así que no era únicamente en el Nuevo Testamento que se le veía como
Consolador. No hay creyente que pueda
decir que nunca ha necesitado el ministerio del divino Consolador, para dar
descanso, para sanar heridas espirituales y emocionales, para dar ánimos y
valor en momentos de miedo o incertidumbre.
Después de las amenazas de los jefes en Jerusalén, los discípulos sintieron
la necesidad de este ministerio, y se lo pidieron en su oración de Hechos
4:24-30, y el resultado fue que hablaron la Palabra de Dios con denuedo.
Su ministerio de "parakletos", sin embargo, toma
otros aspectos cuando lo vemos en el libro de Hechos. Allí es un "poder": “Pero recibiréis poder, cuando haya venido
sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda
Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra" (Hch. 1:8), y lo
vemos obrando en poder con los discípulos por todo el libro de Hechos.
La palabra "parakletos" o "el que está
llamado al lado de" implica que
está llamado al lado de nosotros para hacer lo que no podemos hacer por
nosotros mismos. Un abogado hace esto:
No sabemos presentar nuestro caso ante un juez, haciendo uso de todas las
posibilidades legales. Un experto legal
lo hace por nosotros, un experto que llamamos "abogado". En el caso del Espíritu, el "parakletos" hace en los creyentes
lo que no pueden hacer por sí mismo.
Esto hasta incluye la santificación.
LA ENSEÑANZA
DEL ESPÍRITU
"Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi
nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he
dicho" (Jn. 14:26) "Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él
os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que
hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir"
(Jn. 16:13).
En estos dos versículos, que nos hablan de la enseñanza
que el Espíritu Santo nos da, hemos de ver dos aspectos de esta enseñanza. Primero, y más importante, Jesús estaba
prediciendo la inspiración de las Escrituras, del Nuevo Testamento. Es mediante las Escrituras que el Espíritu
Santo enseña a la Iglesia o al creyente individual. Los primeros discípulos, al escribir los
Evangelios y las epístolas, tuvieron que recordar todo lo que habían oído de
Jesús. Pero también tuvieron que exponer
doctrinas que todavía no habían sido enseñadas plenamente. Y por fin, en algunos libros como en Apocalipsis,
vemos como el Espíritu Santo revela las cosas futuras. Hemos desarrollado este aspecto del
ministerio del Espíritu ya en la tercera lección sobre el ministerio del
Espíritu Santo antes de Pentecostés, y su inspiración de las Escrituras.
Otro aspecto, sin embargo, muy
importante para la Iglesia, es la iluminación por el Espíritu. El Espíritu
Santo nos ayuda a entender las Escrituras, no al darnos explicaciones
que no tienen que ver, o que poco tienen que ver, con lo escrito (tales
explicaciones podrían venir del espíritu humano, o de algún espíritu maléfico,
pero no del Espíritu Santo; Pablo, en 1 Ti. 4:1, se refiere a "doctrinas,
[o enseñanzas] de demonios"), sino al hacernos ver lo que está
escrito, y llamar nuestra atención a otros pasajes que nos ayudan a entender lo
que leemos. El Espíritu Santo nos ayuda
también a ver cómo aplicar las enseñanzas de las Escrituras a nuestra vida, y
cómo aplicarlas a las vidas de las personas hacia quienes nos ha dado un
ministerio. Si es del Espíritu Santo, sin
embargo, siempre estará conforme a lo que enseñan las Escrituras. La iluminación por el Espíritu Santo, por
tanto, no nos da una excusa para ignorar las Escrituras. ¡El mismo Espíritu que inspiró Proverbios nos
advierte contra la pereza! Y Pablo exhorta
a Timoteo que se aplique a la lectura y estudio de las Escrituras. El Espíritu Santo, pues, no tiene como
ministerio el compensar nuestra pereza porque no queremos aplicarnos a estudiar
las Escrituras. No nos anima a pecar, y
la pereza es pecado.
Es el Espíritu Santo también que nos
enseña a conocer al Señor. René Pache subraya cómo esto es un elemento del
Nuevo Pacto, prometido por medio de Jeremías y citado en Hebreos 8.
"He aquí que vienen días, dice el
Señor, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y la casa de
Judá. No como el pacto que hice con sus
padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque
ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice el
Señor. Pero éste es el pacto que haré
con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Daré mi ley en
su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios y ellos me
serán por pueblo. Y no enseñará más
ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor;
porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande,
dice el Señor, porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su
pecado". (Jer.
31:31-34).
Es de este aspecto que el apóstol
Juan habla en 1 Juan 2:27 "Pero la unción que vosotros recibisteis de
él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así
como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es
mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él". Hay algunos creyentes que han dicho: "Pues no necesito que me enseñen a la
iglesia; puedo prescindir de la Escuela Dominical; si quiero servir al Señor tampoco necesito
seguir cursos bíblicos; ya tengo la unción del Espíritu Santo que me
enseña." Se equivocan, porque el
mismo apóstol Juan que dice esto está escribiendo una carta, una epístola, en
la cual está enseñando a sus lectores.
Juan se refería aquí a la promesa del Nuevo Pacto, diciendo que es la
unción del Espíritu que nos enseña a conocer al Señor. Nadie puede enseñarnos esto. A una persona se le puede enseñar el camino
de la salvación toda la vida sin que él conozca al Señor. Esto es estrictamente
la obra del Espíritu. Esto va por las
demás enseñanzas bíblicas. Humanamente
les enseñamos a la mente de las personas, pero sólo el Espíritu Santo puede
enseñarlas al corazón de la persona, aplicándolas a la vida. No podemos prescindir, ni del uno, ni del
otro. Las cartas de Pablo a Timoteo
también hacen claro la importancia de la enseñanza "a los hermanos" (1 Ti, 4:6), y en la epístola a Tito pone como
una condición de ser obispo (o anciano) el saber enseñar las verdades bíblicas
a los demás. También nos podemos
preguntar por qué la enseñanza es un don tan importante en 1 Corintios 12, y en
Romanos 12. El Espíritu enseña, pero
para hacerlo, utiliza las enseñanzas que vienen de la Biblia, y del ministerio
de enseñanza en la iglesia local. Lo que
hace el Espíritu es enseñarnos cómo aplicar estas verdades a nuestra vida. También nos ilumina para que entendemos estas
enseñanzas. Claro está, esto demuestra
una vez más la importancia de andar en el Espíritu.
LA GUÍA DEL
ESPÍRITU
Hemos visto en nuestra primera lección cómo el Espíritu
Santo guía a los creyentes. En el libro
de Hechos les guió para que evangelizaran al mundo. Guió a Felipe en una manera directa (parece
haber hecho uso de una voz) para que se acercara al eunuco de Etiopía (Hch.
8). Guió a Pedro a seguir a los
mensajeros de Cornelio hasta su casa.
Guió a la iglesia local en Antioquía para que enviaran a Saulo (Pablo) y
Bernabé a evangelizar otros países. Guió
a los primeros misioneros a cada país y ciudad.
Guió al equipo de Pablo y Silas para que no vaya a ciertas regiones sino
que fueran a Macedonia (aquí parece
haber una serie de cosas: una fuerte convicción interior, un sueño, el sentido
común del equipo, y su unanimidad). En
Hechos 15 leemos cómo el Espíritu les guió en cuanto a la aceptación de los
incircuncisos en la iglesia.
Todavía hoy el Espíritu nos guía,
nos conduce, y hemos de aprender a ser sensibles a su voz. No se trata de una dirección como la que
pretenden seguir ciertos practicantes de ciencias ocultas. No se trata de oír voces, seguir señales,
interpretar augurios, etc. Nos guía con
la lectura de la Biblia, la oración, y una interpretación bíblica de las
circunstancias. Puede poner una fuerte
convicción en nuestros corazones, que confirmará con las circunstancias, y que
estará en perfecto acuerdo con la Biblia.
Sacaremos provecho de esto mientras andemos en una perfecta dependencia
del Espíritu, "andando en el Espíritu".
René Pache, en las páginas 156-158
nos describe unas condiciones con las cuales el Espíritu nos guiará:
1)
Debemos creer que el Espíritu nos guía
2)
Debemos permanecer en comunión con el Espíritu
3)
Debemos abandonar nuestra voluntad propia
4) Debemos saber
esperar con paciencia.
Una vez más, podemos ver que todo
esto es la descripción de una vida de fe.
LECCIÓN IX
EL ESPÍRITU SANTO Y LA IGLESIA (I)
SU PAPEL
CENTRAL EN LA IGLESIA
René
Pache, en su libro, describe cómo el Espíritu Santo:
constituye la Iglesia,
asegura la unidad de la Iglesia,
hace de la Iglesia su templo,
otorga dones a la Iglesia,
gobierna la Iglesia,
provee al crecimiento de la Iglesia, y
pone a Cristo como Cabeza de la Iglesia.
Sería
muy importante que el estudiante leyera las páginas 159-168 en el libro LA
PERSONA Y OBRA DEL ESPÍRITU SANTO.
Vuelvo a
citar a Don Miguel Herbage en su asignatura de Teología Sistemática (Tercer
Módulo). Nuestro hermano dice: “Cada una
de las tres personas de la Deidad tiene su función particular. El Hijo cumple lo que el Padre propone y la
función especial del Espíritu Santo es la de aplicar y llevar a la eficacia lo
que el Hijo cumple. Es la función del
Espíritu Santo hacer eficaz la obra cumplida de Cristo en favor de su Iglesia y
de cada individuo en ella. En la
intención divina, la obra de Cristo había de tener tres puntos, a saber, traer
ciertas bendiciones y beneficios a la raza humana entera, fundar y establecer
la iglesia de la nueva dispensación y salvar, en el sentido más completo de la
palabra, a cada individuo que el Padre le había dado de acuerdo con el Pacto de
la redención hecho antes de la fundación del mundo. Es el Espíritu Santo quien asegura que
estos frutos de la obra cumplida de Jesucristo se hagan realidad. Por lo tanto es activo en tres ámbitos,
aplicando y haciendo realidad esos frutos de la obra cumplida de Cristo, a
saber, en el mundo en general, en la Iglesia, y en el creyente.”
El tema
de la iglesia, y cuando hablamos de iglesia hay que enfatizar generalmente
"iglesia local", es sumamente importante en la Biblia y por
tanto en la vida cristiana.
Desgraciadamente ha sido muy mal entendido por todos los siglos, cada
uno definiendo la iglesia como bien le parecía, y dando poca importancia a una
teología bíblica de la iglesia. Miguel
Herbage dice:
“Empezamos
con un concepto equivocado de lo que es la iglesia y en consecuencia nuestra
vida eclesial sufre las consecuencias; nuestras iglesias sufren las
consecuencias. Empezamos con un concepto
equivocado de lo que es una iglesia y en consecuencia gobernamos la Iglesia
equivocadamente - mediante el parecer o el gusto de la mayoría en lugar de
buscar la voluntad del Señor y su dirección mediante su Espíritu. Empezamos con un concepto equivocado de la
Iglesia y en consecuencia no sabemos lo que es el ministerio, ni la posición
del ministro. Tampoco tenemos ideas
adecuadas acerca de la naturaleza y objetivos de la disciplina eclesial. Los evangélicos damos poca seriedad a las
divisiones y cismas en el cuerpo de Cristo.
Demasiado fácilmente recurrimos a las divisiones como solución a
nuestros disgustos y dificultades de convivencia. Muchas veces se dice que las iglesias
evangélicas se multiplican mediante la división. Tenemos que recuperar el sentido bíblico e
histórico de Iglesia... La Iglesia no es una aglomeración fortuita de
individuos sino una entidad distinta, con personalidad propia, formada
intencionadamente por Dios. Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas
publicará (Is. 43:21). Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio,
nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de
Aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable (como la creación
original) (1 P. 2:9). Para que la multiforme sabiduría de Dios sea
ahora dada a conocer por medio de la iglesia (y no el individuo) a los principados y potestades en los
lugares celestiales (Ef. 3:10). Dios
propuso desde el principio formarse una iglesia para su propia gloria y para
ser la esposa de su amado Hijo.”
Nuestro
hermano sigue describiendo la iglesia a partir de lo que él ve como siendo la
iglesia en el Antiguo Testamento. Si se
puede hablar, sin embargo, de "iglesia" en el Antiguo Testamento,
tiene que ser en una manera muy distinta de la del Nuevo Testamento, y hasta me
parece que se tiene que forzar un poco la definición de Iglesia. Si el pueblo escogido, descendiendo de
Abraham, fue iglesia, no lo era en el sentido de ser un cuerpo de personas
redimidas del pecado, y teniendo a Cristo por cabeza. Creo que es más apropiado hablar del
"pueblo de Dios", "nación escogida" del Antiguo Testamento,
como siendo un tipo del Cuerpo de Cristo, la Iglesia, en el Nuevo
Testamento. La "Nación
Escogida" del Antiguo Testamento, por ejemplo, no consistía sólo en
personas salvas, creyentes. No habían
conocido, todos, la conversión personal al Señor, aunque muchos de ellos,
seguramente que sí, según la época que se estudie. La Iglesia del Nuevo Testamento, por otro
lado, es un cuerpo espiritual de personas, cuerpo en que todos
sus miembros son personalmente convertidos a Cristo.
EL PAPEL
INICIAL DEL ESPÍRITU EN LA IGLESIA, Y LA UNIDAD DE LA IGLESIA
Ahora
bien, el papel del Espíritu es colocar a cada miembro en este Cuerpo de Cristo,
en la Iglesia. Y esto es el sentido más
exacto del bautismo del Espíritu Santo.
"Porque por un solo Espíritu
fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o
libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu" (1 Co.
12:13). Lo milagroso de esta obra es que
está compuesta de personas de toda raza, nación, y cultura, desde sus
principios, y todos son, ahora, de una misma familia. Hasta en la eternidad seguiremos siendo
llenos de admiración, junto con los veinticuatro ancianos, y los cuatro seres
vivientes "porque tú fuiste
inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje, y lengua,
y pueblo y nación" (Ap. 5:9).
En la Iglesia de Cristo no hay lugar para historias de "payos y
gitanos", o de "blancos y negros"; en la Iglesia de Cristo no
hay lugar para grupos que van por las calles en busca de algún inmigrado de
Yugoslavia, o alguien de raza negra, o algún extranjero, para molestar y
amenazar. Todos somos hermanos. Es nuestro refugio. En cuanto a lenguas, todos aprendemos a
hablar una misma lengua, la lengua del amor.
Cuando no somos así, contradecimos toda la idea de iglesia. Ya no nos reconocemos como siendo colocados
"en Cristo", sino "payos en Cristo", "gitanos en
Cristo", "Evangélicos libres en Cristo", "Hermanos
cristianos en Cristo", "Bautistas en Cristo", "Pentecostales
en Cristo", ¡y a veces nos atrevemos pensar, casi, que nuestra
"marca" particular es la única que está "en Cristo"! Leí una vez propaganda de una iglesia que
pretendía que todos los cristianos estaban en la "familia de Dios"
pero que sólo aquellos que eran miembros de su iglesia, o de otras parecidas y
relacionadas, eran miembros de una "iglesia de Dios". Nada más lejos de la realidad de la Iglesia
en el Nuevo Testamento. No hay algunos
que están "dentro" y otros que están "fuera". Si una organización eclesiástica ha dicho
"fuera de la Iglesia no hay salvación", me parece que podemos
contestar que es más bien "En la salvación no hay <fuera de la
Iglesia>". Es decir si uno es
salvo, está en la iglesia, que lo sepa o no.
Puede ser, sin embargo, que no esté disfrutando activamente de esta
relación en la iglesia.
El
Espíritu Santo desarrolla y garantiza la verdadera unidad espiritual de la Iglesia,
y toda otra clase de unidad que rebuscamos está destinado al fracaso. Pablo exhortó a los cristianos de Éfeso que
sean "solícitos en guardar la unidad
del Espíritu en el vínculo de la paz", y les recordó en este contexto
que sólo hay "un cuerpo, y un
Espíritu" (Ef. 4:3-4).
EL ESPÍRITU
SANTO Y LA MEMBRESÍA DE LA IGLESIA
Si la
Iglesia es el cuerpo de Cristo (Ef. 1:22-23), entonces el texto de 1 Co. 12:13
hace claro que es el Espíritu Santo que pone a una persona en la Iglesia. Ninguna agencia humana puede hacer esto, ni
siquiera la misma iglesia. Lo único que
una iglesia puede y debe hacer, es reconocer sus miembros. Por ejemplo, si es una iglesia de gobierno
"congregacionalista", como lo son muchas iglesias evangélicas, llega
a ser necesario saber quién es miembro.
El peligro radica en querer determinar quien es miembro, cuando
eso es un asunto del Espíritu Santo. La
diferencia es muy sutil. Por ejemplo, en
muchas iglesias, hay una votación de la congregación para "recibir" a
un nuevo miembro. Cuando esto significa
que están reconociendo que a su parecer el Espíritu Santo ya ha hecho de esta
persona un miembro de la iglesia, otorgándole así el derecho de voz y voto en
las decisiones de la iglesia, y el privilegio de servir en la iglesia, está
bien. Pero si se creen capaces de
decidir por sí mismo de hacer de esta persona un miembro, se frustrarán. No pueden hacer de una persona un miembro de
la iglesia si el Espíritu Santo no lo ha hecho.
Y si el Espíritu Santo lo ha hecho ya, pues no pueden hacer más que
reconocerlo. Por otro lado, un creyente
que quiere "ir por libre", sin ser miembro de una iglesia, está
viviendo una contradicción. El Espíritu
Santo ya ha hecho de él un miembro de una iglesia local, y este creyente se
está negando a vivir el testimonio que el Espíritu Santo le ha dado. "Y
el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos"
(Hch. 2:47).
EL ESPÍRITU SANTO Y EL DESARROLLO DE LA
IGLESIA
Si
Cristo, Dios el Hijo, es la Cabeza de la Iglesia, el vínculo estrecho, sin
embargo, con el Espíritu Santo, es obvia, cuando vemos el nacimiento y el
desarrollo de la Iglesia Novotestamentaria[7].
La
iglesia nació en el día de Pentecostés (Hch. 2), y fue el Espíritu Santo
que la "dio a luz", bautizando a los creyentes en un sólo
cuerpo. En el mismo libro de Hechos,
vemos el desarrollo de la Iglesia y del concepto de Iglesia, bajo la guía del Espíritu
Santo. Cómo hemos visto al considerar el
tema del bautismo del Espíritu Santo, la Iglesia se desarrolló en tres etapas:
primero, los judíos que se convirtieron a Cristo a partir de Hechos 2, fueron
bautizados en el cuerpo de Cristo por el Espíritu Santo. Luego, en Hechos 8, vemos a los samaritanos,
que son circuncidados como los judíos, y de raza mixta, con una religión
mezclada entre algunos principios del Pentateuco, y mucho paganismo. Éstos, proscritos por los judíos por causa de
su religión y su raza, fueron también admitidos, bautizados en el Espíritu en
el cuerpo de Cristo. Finalmente, en el
capítulo 10, para asombro de Pedro y de los demás discípulos, los gentiles (los
de la incircuncisión, paganos, sin relación con el judaísmo, ni por raza ni por
religión, practicando, generalmente, el politeísmo) se convirtieron a Cristo,
aceptando el Evangelio, y fueron bautizados por el Espíritu en el cuerpo de
Cristo. Ahora, pues, judíos,
samaritanos, y gentiles, formaban un solo cuerpo en Cristo, y esto fue
obra del Espíritu Santo. Todos tienen el
mismo privilegio, el mismo acceso a Dios; ya no hay distintas clases, o niveles
de privilegio espiritual. "Los unos y los otros tenemos entrada por un
mismo Espíritu al Padre" (Ef. 2:18).
Fue el Espíritu que dio a luz, y fue el Espíritu que hizo crecer la
iglesia y la desarrolló. "Todo el edificio, bien coordinado, va
creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien también sois
juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu" (Ef. 2:21-22). De ciertos modos se puede comparar al cuerpo
humano de Cristo cuando estuvo en la tierra.
Nació por medio del Espíritu Santo: “El
Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios"
(Lc. 1:35). Luego, en Lucas 2:40, leemos
que "el niño crecía y se fortalecía,
y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él", y en el
v. 52: "Y Jesús crecía en sabiduría
y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres". En el v. 40, es claro que la obra del
Espíritu Santo está implicado en este crecimiento, siendo "la gracia de Dios... sobre él". Vemos el paralelo en cuanto a la Iglesia, en
Hechos 2:47 "alabando a Dios, y
teniendo favor (gracia) con todo el
pueblo. Y el Señor añadía cada día a la
iglesia los que habían de ser salvos".
Tendríamos
que volver atrás en nuestro estudio, ahora, y recordar cómo el Espíritu Santo
guió la Iglesia en sus decisiones y movimientos. Hemos estudiado ya cómo el Espíritu Santo
guió a Pedro hacia los primeros gentiles para que fuesen admitidos en el cuerpo
de Cristo. Hemos visto cómo el Espíritu
Santo guió al concilio en Jerusalén en cuanto a recibir, sin poner trabas a los
incircuncisos (Hch. 15). Hemos visto, también,
cómo el Evangelio se extendió hasta Europa por la dirección del Espíritu Santo,
y hasta fue el Espíritu Santo que guió a Pablo para que volviera a Jerusalén en
una situación en que sería detenido y llevado a Roma, para que el Evangelio se
extendiera también allí. Desde entonces,
todo el progreso y desarrollo de la Iglesia de Dios se ha hecho por medio del
Espíritu Santo. Lo que se ha hecho por
las organizaciones humanas, por el estado, por la política, siempre ha
resultado en un fracaso.
Es también
el Espíritu Santo que enseñó a la Iglesia por medio de las epístolas, y la
Palabra de Dios en general. Hasta que
fueran escritas las epístolas, el Espíritu guió y enseñó a las iglesias locales
por medio de profecías y revelaciones.
CONCLUSIÓN
Es interesante
notar la comparación que René Pache hace entre el papel del Espíritu Santo
hacia la Iglesia, y el papel de Eliezer hacia Rebeca en Génesis 24. Allí, Eliezer fue enviado por el padre de
Isaac para buscar una esposa para Isaac.
El Espíritu de Dios fue enviado por el Padre para buscar la esposa de Cristo: la halla, la
convence de la gloria de Cristo, la viste de una manera digna, la conduce a
Cristo, en dos sentidos, primero en la conversión, y al final, en una manera
física, arrebatándola "en las nubes
para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor"
(1 Ts. 4:17). René Pache menciona el
hecho de que como Eliezer no habló de sí mismo, sino del hijo de Abraham, en la
misma manera, el Espíritu no habla de sí mismo, sino del Hijo. El Espíritu Santo, al buscar la Iglesia para
el Esposo divino, la llama, y la llama fuera del mundo. La palabra "Iglesia" implica esto. Es una transliteración de la palabra griega,
eklhsia (eklesia). "ek" significa "fuera
de", y "klesia" significa "llamados juntos". La Iglesia es el pueblo de Dios llamado por
el Espíritu Santo a apartarse, "fuera del" mundo, y a reunirse
juntos, en preparación para la gran boda del Cordero.
Este
último comentario se basa, seguramente, en una interpretación errónea de Juan
16:13 en el francés, como en el inglés, donde dice, en una manera ambigua:
"no hablará de sí mismo, sino que...". Nuestra traducción en castellano es mucho más
claro, diciendo: "no hablará por su
propia cuenta". Claro está, al
inspirar las Escrituras, el Espíritu Santo tiene que hablar de su propia
persona. Sino, no tendríamos doctrina
del Espíritu Santo. Esta idea ha sido
responsable por la negligencia de la doctrina del Espíritu Santo en ciertos
círculos de habla francés e inglés. Esta
interpretación se ha hecho en reacción al movimiento Pentecostal, y no como
resultado del estudio de las Escrituras.
Es
verdad, sin embargo, que el propósito del Espíritu Santo no es de fijar nuestra
atención sobre su propia persona, sino sobre el Hijo. No es en vano que se le llama "Espíritu
de Cristo". "Él me glorificará;
porque tomará de lo mío, y os lo hará saber". Esto es el papel principal del Espíritu.
LECCIÓN
X
EL ESPÍRITU SANTO Y LA IGLESIA (II)
EL SERVICIO Y
LOS DONES
"No
quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales" (1 Co.
12:1)
o, más literalmente:
"No
quiero, hermanos, que ignoréis acerca de las cosas espirituales"
Si hay
un tema en que hay confusión entre el pueblo evangélico, es el tema de los
dones espirituales. Unos creen que los
dones espirituales ya no existen. Otros
creen que los dones son para un cierto "elite" en la iglesia. Otros dicen que todos los dones, sin
excepción, que aparecieron en los tiempos apostólicos, existen todavía hoy,
mientras otros están convencidos que ciertos dones siguen hoy, pero otros
no. Entre estos últimos, existe el
debate sobre cuáles dones existen, y cuáles han desaparecido. Hay también el argumento sobre la naturaleza
de los dones (por ejemplo de profecía).
Y seguramente el mayor debate se ha hecho alrededor del don que Pablo
llamó el menos importante: el don de lenguas.
Hay tanto debate sobre el tema, que muchas veces cuando se anuncia una
conferencia sobre el Espíritu Santo, la gente está convencido de que se hablará
de los dones, y particularmente del don de lenguas, en pro o en contra.
No es
sorprendente, sin embargo, que la cuestión de los dones espirituales sea tan
debatida hoy: fue igualmente objeto de controversia en la iglesia primitiva, al
menos en un lugar importante: Corinto. Y
gracias a aquella controversia, tenemos hoy una enseñanza apostólica sobre el
tema. Otra razón por la cual hay tanto
debate sobre el tema, es que afecta las cuestiones tan prácticas como el
servicio al Señor, el ministerio público, y el orden en la Iglesia. Además, el argumento influye la cuestión de
la revelación: si la revelación está cerrada con las Escrituras o no. Por tanto, ¡la cuestión tiene
importancia! No podemos prescindir de
estudiar el tema en esta serie de estudios.
Ahora
bien, el estudiante tendrá que hacer muestra de paciencia y de tolerancia, así
como de una mente abierta, mientras emprendemos este estudio. En algún aspecto de este tema, cada uno
tendrá sus convicciones hechas, y seguramente encontrará alguna diferencia en
algún punto con lo que diremos aquí. La
tentación, al hallar algo que contradice sus convicciones, será que el
estudiante cierre su mente a lo que sigue.
Espero algo mejor por parte de los que siguen esta asignatura. Aun quedando convencido de que algo que se
dice sea erróneo, el estudiante puede aprender algo de lo que seguirá.
En la
primera epístola a los Corintios, Pablo nos da dos capítulos sobre el tema de
los dones espirituales y su ejercicio en la iglesia. En Efesios también toca el tema en el
capítulo 4. No sólo da una breve lista
allí, pero habla del propósito de los dones.
Y en Romanos 12 tenemos otro capítulo sobre el tema.
RECIBIENDO LOS DONES
En primer lugar, sin embargo,
examinaremos la cuestión de cómo un creyente recibe un don espiritual.
¿Se recibe por imposición de las manos?
En 1
Timoteo 4:14, leemos esta exhortación a Timoteo: “No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía
con la imposición de las manos del presbiterio". Este texto, tal como está traducido en
castellano, puede dar a entender que la imposición fue la manera en que se
comunicaba un don espiritual. La
expresión "mediante profecía con la
imposición de las manos" viene de dia projhteiaV meta epiqesewV tvn ceirvn (dia profeteías
meta epitheseos ton keiron) en el griego.
Sin embargo, C.F.D. Moule, en su libro "An Idiom-Book of New
Testament Greek" (Cambridge University Press), analiza el uso de la
palabra dia (día), que
está traducida "mediante".
Esta preposición tiene el significado literal de "a través
de", y con la forma genitiva puede significar "a través de",
"por medio de", "después de", y "junto con", o
"en el ambiente de". Este último significado es importante,
implicando que la preposición se refiere sencillamente al ambiente que había
cuando algo tuvo lugar. Esto sería
lógico aquí: Pablo estaría describiendo el ambiente en que Timoteo recibió su
don espiritual. Había profecía, y la
imposición de las manos. No significa
necesariamente que la imposición de las manos fuera el medio por el cual Timoteo
recibiera su don. El otro texto se
encuentra en 2 Ti. 1:6 "Por lo cual te aconsejo que avives el fuego
del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos". Tenemos aquí la misma construcción, aplicada
directamente a la imposición de las manos.
Cuando vemos esta imposición de manos en el Nuevo Testamento, como en el
Antiguo Testamento, parece servir como una identificación pública, en la misma
manera en que hoy solemos dar "la mano de asociación". No se trata de una manera de comunicar alguna
gracia espiritual, sino una manera de identificar a la persona a quien nos
asociamos, o en quien reconocemos algún don en particular. Puesto que Timoteo fue apartado para un
ministerio público, por tanto un gesto público y visible era necesario
para reconocer su ministerio públicamente.
René Pache nos hace notar que los primeros 120 discípulos en el día de
Pentecostés no tuvieron a nadie para imponerles las manos, ni para que
recibieran el Espíritu Santo, ni tampoco para que hablaran en lenguas. Por tanto, aun si en algún caso Dios hubiera
otorgado un don espiritual mientras se imponía las manos a alguien, es claro
que no era una condición necesaria.
¿Se
reciben dones espirituales como resultado de muchas oraciones?
Tampoco
vemos esto en el caso de los de la casa de Cornelio que recibieron el Espíritu
y hablaron en lenguas y profetizaron, y los discípulos de Juan el Bautista que
creyeron finalmente en el Señor en Éfeso.
Ni en un caso ni en otro hay indicio de que estas personas hubieran
rebuscado algún don espiritual. Al
contrario, estas experiencias vinieron repentinamente, sin que las esperaran.
La respuesta final a nuestra pregunta se halla en 1
Corintios 12:7-11 "Pero a cada uno
le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra
de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu;..... Pero
todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en
particular como él quiere"
y en el v. 18 “mas ahora Dios ha colocado
los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso”. Dios otorga los dones a los individuos de una
manera soberana, y él pone a estos individuos en la iglesia local también
conforme a sus propósitos soberanos. No
somos nosotros que decidimos qué don debemos conseguir, ni siquiera puede la
iglesia o algún líder de la iglesia decidir cuál don un miembro debería
tener. Toda imposición por el estilo es
ajeno a la Palabra de Dios, y usurpa la soberanía del Espíritu Santo.
Podemos
preguntar, también: ¿quién tiene dones en
la iglesia? y ¿cuáles dones son más
importantes?
En
cuanto a la pregunta de quién tiene dones en la Iglesia, la respuesta correcta
sería: ¡todos! En 1 Co. 12:7 leemos “Pero a cada uno le es dada la manifestación
del Espíritu para provecho”. En el
contexto inmediato, antes y después, Pablo está hablando de la diversidad de
operaciones y de la diversidad de dones.
En Efesios 4:7 leemos “Pero a cada
uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo”. Y luego Pablo aplica el propósito de los
dones que Dios dio a su iglesia. Y Pedro
dice “Cada uno según el don que ha
recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme
gracia de Dios” (1 P. 4:10). Por
tanto, queda claro que cada creyente ha recibido al menos un don. Cómo definir estos dones puede ser
difícil. Igual sería difícil en muchos
casos diferenciar un don de un talento natural. Pero si consideramos que
nuestros talentos naturales nos han sido dados por Dios, entonces podemos
considerar también que este talento, una vez consagrado a Dios, es un don
espiritual.
LOS
DONES-SEÑALES
Otra pregunta importante en cuanto a los dones es la
siguiente:
Una
señal que hubo en el tiempo apostólico, ¿no debería repetirse hoy, puesto que
Dios no cambia?
“Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.” (Hebreos
13:8)
“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre
de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.”
(Santiago
1:17).
Dios no
cambia; Jesucristo no cambia; el Espíritu Santo no cambia. Sin embargo, sus
acciones pueden cambiar según las necesidades. Por ejemplo, sabemos que
Jesucristo se presentó una vez por todas como sacrificio por nuestros pecados.
No tiene que repetir aquello ahora, la razón siendo precisamente que Dios no
cambia. La mayoría de los evangélicos hoy, sino todos, están de acuerdo en que
Dios, que no cambia, no da nuevos apóstoles a la iglesia hoy. Una vez más es porque Dios no cambia.
Ha dado Su última revelación en el Nuevo Testamento una vez por todas por medio
de los apóstoles, y aquella revelación no cambia; no se añade nada. De la misma
manera, las señales y las manifestaciones, tales como el don de lenguas,
fueron dados para autenticar el Nuevo Pacto para con la nación judía. Esto se
hizo (a pesar de que aquellos no creyeron);
no hay un nuevo mensaje hoy; entonces no hay razón por aquellas
señales. Esto no impide que Dios haga prodigios hoy. Pero no da señales. Es decir, el propósito de los prodigios ya no
es de hacer señales para autentificar el nuevo mensaje del evangelio a los
judíos. Y la señal del don de lenguas,
dada de una manera indiscutible (muy distintamente de lo que pasa a menudo
hoy) fue precisamente una señal, para su pueblo judío incrédulo.
“Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero
nosotros predicamos a Cristo crucificado.”
(1
Corintios 1:22,23)
“Y apiñándose las multitudes, (Jesús) comenzó a decir: Esta generación
es mala; demanda señal.”
(Lucas
11:29).
Por esta
razón leemos en 1 Co. 13:8-10 “El amor nunca deja de ser; pero las
profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte
profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se
acabará”. Este texto controvertido
nos habla de cuatro cosas: el amor, las profecías, las lenguas, la ciencia, y
lo perfecto. En cuanto al amor,
no hay dificultad: permanecerá, y no acabará.
No hay discusión sobre el amor.
En cuanto a "lo perfecto",
se ha sugerido que habla de la segunda venida de Cristo. Sin embargo, no dice "el perfecto",
como lo haría si se tratara de una persona.
(En el griego hay el artículo femenino, masculino, y neutro. En este caso es neutro, implicando
obligatoriamente una cosa impersonal).
Creo, por tanto, que no se trata de la persona de Jesucristo, sino de
alguna cosa. Ahora, "perfecto"
significa "completo". Si lo
examinamos en su propio contexto, Pablo acaba de hablar de dos dones de
revelación que son "en parte" y que "acabarán". Estos acabarán cuando lo completo haya
venido. Se trata, pues, de los dones de
revelaciones de profecía y ciencia, que acabarán cuando la revelación bíblica
sea completa. Esto es normal. Si ahora hablamos de profecía y ciencia, no
es en el sentido de nuevas revelaciones, sino en el sentido secundario, de
hablar por parte de Dios, y tener la habilidad de conocer y entender las revelaciones
bíblicas. Es normal que los dones de
revelación hayan acabado con el Nuevo Testamento completo. En cuanto a las lenguas, dice que cesarán. No dice cuándo, y la expresión
"cesarán" implica que cesarán gradualmente, y no de un golpe. Sin embargo, este don está relacionada en el
texto con los dos dones de revelación.
Parece que el don de lenguas, manifestado en una manera indiscutible,
sirvió de señal para apoyar los dos dones de revelación. Una vez acabados éstos, ¿a qué iban a servir
las lenguas?
Por esta
razón es difícil de entender el gran furor que hay en este siglo por el don de
lenguas, que, como hemos dicho, parece manifestarse de una manera muy distinta
de los tiempos novotestamentarios. Se
sugiere que hay, o que hubo, dos dones de lenguas (hasta René Pache apoya esta
idea): un don de lenguas terrenales, dadas milagrosamente, y las lenguas de los
ángeles, que es más bien un lenguaje extático, dada únicamente para
alabanza. Este segundo don, no lo veo en
la Biblia. En I Co. 13:1 leemos, “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas”. El uso del subjuntivo significa que no es una
afirmación de que haya tales lenguas.
Los ángeles siempre se manifestaron en lenguas humanas. Es una suposición para manifestar la
supremacía del amor. Tampoco afirma
Pablo que haya ofrecido su cuerpo para ser quemado, aunque presenta este caso
hipotético en el mismo pasaje. Todas las
demás cosas mencionadas en este pasaje son cosas que Pablo no experimentó.
En 1
Corintios 14, se insiste en que el don de lenguas es un don que siempre
necesita ser acompañado por el don de interpretación, porque es inútil si nadie
lo entienda. En la experiencia de Hechos
2, había judíos de muchas naciones que reconocieron y entendieron los idiomas
de las naciones de donde venían. Si no
hubiera sido el caso, la acusación de que los discípulos estaban borrachos
habría sido justificable. Cuando Pablo
dice “Tantas clases de idiomas hay, seguramente,
en el mundo, y ninguno de ellos carece significado” (1 Co. 14:10), nos deja
claro el hecho que en el don de lenguas (o don de idiomas), se trataba de
idiomas de este mundo.
Es
importante, en este contexto, ver también el propósito de los dones
espirituales. “Así también vosotros; pues que anheláis dones espirituales, procurad
abundar en ellos para edificación de la iglesia” (1 Co. 14:12). El propósito del don no ha de ser de
presentar un espectáculo, o de atraer la atención a sí mismo, sino de edificar
la iglesia, y de atraer la atención sobre Cristo. Nos queda a preguntar si el "don de
lenguas" tal como está practicado hoy en día sirve para esto, o si se
trata más bien del efecto contrario. En
cuanto a Pedro, dice del don que hemos recibido: “Minístrelo a otros”. En
otras palabras, debería servir para servir a otras personas. No debe ser para excitarse a sí mismo, o
servirse a sí mismo.
Otro don
que ha sido objeto de controversia en nuestro siglo es el don de sanidad. Es
interesante que en 1 Co. 12:9-10, Pablo hace la lista de dones, tratando cada
uno en el singular, con una excepción: “a
otro, dones de sanidades”. Parece que Pablo no veía el lugar del
curandero cristiano moderno, que va por todas partes haciendo reuniones de
sanidades. Pero a ciertos hermanos, Dios
les dio en varias ocasiones "dones de sanidades". Parece que a cada vez que alguien fue sanado,
era un don distinto. Hay circunstancias
hoy en día en que Dios sana a personas, en contradicción a todo pronóstico
médico. Personalmente, he visto al menos
un caso innegable de esto. Pero
demasiadas veces, la "sanidad" es una operación de convencer al
enfermo que está sanado, o parcialmente sanado.
Al principio de los días apostólicos, había sanidades que nadie podía
contradecir. No se trataba de jaquecas
que "parecían mejorar mucho"; ni de dolores de espalda, sino de
miembros del cuerpo inutilizables que fueron restaurados a plena salud. Por otro lado, nunca se lee de un apóstol que
llamara a la gente invitándoles a venir para ser sanados. Tampoco hizo Jesús
tal cosa. Pero hubo sanidades
destacables. En cuanto a la sanidad de
enfermedades, ¿qué era la práctica recomendada a las iglesias? La vemos en Santiago 5:14-16,
“¿Está
alguno enfermo entre vosotros? Llame a
los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre
del Señor. Y la oración de fe salvará
al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán
perdonados. Confesaos vuestras ofensas
unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.”
No dice
que algún pastor o anciano debe llamar a los enfermos. Al contrario, el enfermo debería tomar la
iniciativa, llamando a los ancianos de la iglesia para que oren por él. En cuanto al aceite, no creo que fuera un
acto simbólico del Espíritu Santo como muchos dicen. Me parece que Santiago se estaba refiriendo a
los medios médicos vigentes en aquel entonces.
El aceite servía para aliviar el dolor de los músculos, bajar la fiebre,
y mucho más. En otras palabras, Santiago
decía: “Sin dejar de utilizar los medios médicos que tenéis a mano, que los
ancianos vengan a orar por el enfermo".
Si se respetara esta recomendación hoy en día, evitaríamos unos cuantos
excesos:
1) El exceso de menospreciar la medicina.
2) El exceso del "curandero
cristiano" que llama a los enfermos a él.
3) El exceso que hace que los creyentes
menosprecian su propia iglesia local para ir en busca de predicadores teniendo
el supuesto don de sanidad.
4) El exceso que hace que alguien tome la
gloria para sí mismo que sólo pertenece a Dios. El hecho de que sea el enfermo que llama a los
ancianos, y que sean los ancianos, en vez de uno solo, ¡quita mucha
gloria humana del asunto!
También
se habla de confesión de pecados los unos a los otros en el contexto. Parece que la oración se hacía en el contexto
de aconsejamiento pastoral, o lo que solemos llamar, de nuestros días,
"cura de almas". No todas,
pero muchas enfermedades son causadas o agravadas por dificultades espirituales
y emocionales.
¿Deberían
sanarse todos los enfermos?
Pablo
pidió tres veces que Dios le quitara un "aguijón en la carne" pero el Señor le hizo saber que esa aflicción
le mantenía débil para poder manifestar mejor el poder de Dios en su vida. Por tanto, se quedó con el problema (2 Co.
12). En otro momento Pablo habla de la
debilidad de sus ojos. En Filipenses
2:25-28 Pablo habla de Epafrodito que
había estado enfermo, y que el fin de su enfermedad había estado en duda, pero
que finalmente el Señor le había sanado.
En 2 Timoteo 4:20 Pablo comenta que había dejado a Trófimo en Mileto,
enfermo. Es claro, pues, que no todas
las enfermedades se sanaban necesariamente.
De todos modos, si todos los creyentes fieles al Señor fueran sanados de
todas sus enfermedades, ¡ninguno moriría, y quedarían con nosotros, hoy, personas
del primer siglo! Por tanto, es
imprescindible que reconozcamos la soberanía de Dios en la enfermedad como en
la sanidad. ¡Que nunca seamos culpables
de sugerir a un enfermo o a un lesionado que está todavía en estas condiciones
porque no tiene fe, o que no es fiel al Señor!
Hay muchos consejos baratos que se dan entre creyentes, a veces. ¡Haría más falta el ejercicio del don de misericordia!
En
cuanto a la profusión de dones-señales en los primeros días de la Iglesia,
hemos tratado esta cuestión en la lección sobre el bautismo del Espíritu
Santo. Pero cabría que terminásemos esta
sección con una referencia a Hebreos 2:3-4: “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan
grande? La cual, habiendo sido anunciada
primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos,
con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo
según su voluntad.” Por un lado
vemos cómo la profusión de dones señales apoyaba el testimonio apostólico
inicial. Por otro lado, vemos que el
escritor de Hebreos ya está mirando hacia atrás en cuanto a las señales. Si no implicaba que estas señales ya habían desaparecido,
al menos quería decir que no estaban en tanta profusión como antes. Y esto no parece molestarle, puesto que su
importancia era para apoyar el testimonio inicial, y nada más. Esto no demuestra que los dones señales hayan
desaparecido hoy en día: no nos toca juzgar la veracidad de aquellos que dicen
haber visto tales manifestaciones. Pero
sí demuestra que no han de estar necesariamente presentes, y que no hemos de
preocuparnos por su ausencia.
LOS DONES PARA EDIFICACIÓN
En 1
Corintios 12:8-10, vemos en la lista de dones varios que no son necesariamente
intencionados como señales. Sirven más
bien para la edificación de la iglesia local.
Vemos los dones siguientes: palabra de sabiduría, palabra de ciencia,
fe, profecía, y discernimiento de espíritus.
Son sobrenaturales, tanto como las señales, pero tienen otro
propósito. En el versículo 28, vemos
otra lista, en la cual vemos, además: apóstoles, maestros, los que ayudan, y
los que administran. Son nueve. Y seguramente esta lista no es necesariamente
completa. De Romanos 12, donde no se
encuentran dones-señales, podemos añadir: servicio (¿sería el mismo don que
ayuda?), exhortación, repartir, presidir, y misericordia. Esto hace 12, o 13 en todo. Si las listas varían de un pasaje u otro, es
seguramente porque Pablo quiso comunicar que la lista de dones no está
cerrada. Sin embargo, nos pueden dar una
buena base para describir las varias maneras de servir en la Iglesia. Antes de tratar de describir brevemente estos
dones, miramos a la lista en Efesios 4:11.
Allí, los dones son más bien "dones-hombres". Quiero decir que el Señor dio hombres
a su iglesia: apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores (maestros). Los apóstoles y profetas han dejado de
existir. Es decir que la iglesia sigue
sacando provecho de ellos, puesto que está edificada sobre la fundación de los
apóstoles y los profetas. Los dones de
evangelista y pastor-maestro, sin embargo siguen existiendo. El propósito de estos dones era “perfeccionar a los santos para la obra
del ministerio”. Es decir, estos
dones, que implican cierto liderazgo en la iglesia, no eran los que hacían la
obra del ministerio. Servían para
perfeccionar a otros, para que estos otros pudieran hacer la
obra del ministerio. De allí aprendemos
dos cosas: Primero, el que tiene un don es, en sí mismo, un don de Dios a la
iglesia de Cristo. ¡Tú eres un regalo
del Padre a Cristo para su Iglesia! En
segundo lugar, el don espiritual que tú tienes, particularmente si es
uno de liderazgo, ha de servir para la formación de otros. Es decir, has de reproducirte en otras
vidas, no sólo en cuanto a tu salvación, sino también en cuanto a tu
ministerio. Si enseñas la Escuela
dominical, por ejemplo, deberías estar formando a otro para hacerlo también. Esto es utilizar los dones en una manera
bíblica.
Ahora,
miremos a la lista de dones en más detalle:
Palabra
de sabiduría: Hay personas
que siempre tienen el consejo adecuado.
Generalmente estas no son las personas que van ofreciendo sus
consejos siempre. (El libro de
Proverbios tiene algo que decir en cuanto a éstos). Es muy útil tener al menos una de estas
personas en el Consejo de la Iglesia.
Palabra
de ciencia: Este don, en primer lugar, es
un don de revelación, y ya no existe en este sentido, el Nuevo Testamento
estando ya completo. Sin embargo, puede
existir en un sentido secundario. Se
trata de personas que tienen una comprensión clara y profunda de verdades
bíblicas (¡Ojo! que no sea una comprensión extrabíblica). Los teólogos de la iglesia serían personas
con el don de ciencia (o conocimiento).
No hay
ninguna indicación bíblica de que esta "palabra ce ciencia" sea un
especie de adivinación, como se suele practicar en algunos círculos: "El
Señor me está diciendo que estás pasando por problemas maritales – o que tienes
cáncer…"
Fe: Este don nos sorprende, porque sabemos que todos han de
tener fe para ser salvos. Parece, sin
embargo, que hay personas que tienen un aspecto de fe en cuanto a ciertas cosas
en particular. Personas que siempre
saben para qué hay que orar, con la profunda convicción interior que Dios
otorgará la cosa pedida. René Pache se
refiere a la historia de George Müller como ejemplo de esto.
Profecía: Otro don de revelación, ya desaparecida por tener el
Nuevo Testamento completo, se puede aplicar también al ministerio hoy en día de
hablar por parte de Dios. Es decir
expresar la Palabra de Dios en voz alta.
Se podría referir, en este contexto, a la predicación. Hay algunos, sin embargo, que ven este don
como siendo una comprensión de las enseñanzas bíblicas sobre las cosas
futuras. No estoy convencido de que cabe
con la etimología de la palabra. Otra
interpretación de este don es aquel ministerio de proclamación de la palabra en
denuncia de los pecados en la iglesia o en el mundo, comparable al ministerio
de los profetas del Antiguo Testamento.
Discernimiento
de espíritus: De este don
se oye poco en nuestras iglesias hoy en día.
Veo dos aspectos de esto. El
primero tendría que ver con las sectas y falsas doctrinas que proliferan hoy en
día. Algunos de estos errores son muy
sutiles, y peligrosos. Pero siendo
sutiles, su peligro no parece en seguida, antes de haber causado mucho daño a
la iglesia. Los que tienen el discernimiento
de los espíritus estarían capacitados para reconocer estos errores enseguida
cuando aparecen, y poder explicar por qué son errores. Otro aspecto de este don se referiría a la
cuestión de las influencias espirituales malignas en las vidas. No hay ninguna razón para creer que la
posesión por espíritus malignos no exista hoy en día. ¿Cómo saber la diferencia entre un caso de
locura por causas físicas, como la esquizofrenia (un problema químico en el
cerebro) o enfermedades glandulares, o por causas psicológicas, como el
problema de personalidades múltiples, o por causas espirituales, como la
posesión? Un buen médico o un
psicológico cristiano nos pueden ayudar, pero aun el psicológico cristiano
puede equivocarse si no tiene el discernimiento de espíritus.
Apóstoles: Este don también ha desaparecido con la época apostólica:
por definición eran personas que conocieron a Jesucristo en la carne. Algunos suelen aplicarlo, hoy en día, sin
embargo, al ministerio de misionero, puesto que "apóstol" significa
"enviado". En este sentido,
Bernabé era apóstol de la iglesia.
Maestros: Aquí se trata del don de enseñanza. Los pastores los necesitan para ejercer su
ministerio. Otros también, sin embargo,
pueden tenerlo: los que enseñan en la escuela dominical, los que hacen el
trabajo de discipulado. Pero lo han de
ejercer bajo la dirección de los pastores, puesto que cuando enseñan están
ejerciendo un ministerio pastoral. Es
importante que esta enseñanza no sea estrictamente teórica. Esto sería estéril.
Los
que ayudan, o el don de servicio: ¿Cuánta necesidad hay de este don en la
iglesia! Son aquellos que siempre ven
alguna necesidad en la iglesia, o de algún miembro, y saben ayudar, u organizar
la ayuda. Generalmente se trata de
alguna ayuda material. Personas que
organizan las sillas, los himnarios, etc. o que ponen el cuño en los folletos
evangelísticos sin que nadie les apremie a hacerlo. Son aquellas personas que no sólo siempre
están disponibles, sino que saben ayudar en una manera discreta, sin ser
torpes. También saben esperar hasta que
les necesiten para algo.
Los que
administran: Muchas
iglesias han tenido graves problemas por una falta de buena
administración. Se trata de administrar
los bienes, como administrar a las personas.
Este ministerio puede dividirse entre "papeleo" y
liderazgo. Saber cómo tratar a las
personas para que cumplan lo que tienen que hacer, saber cambiar personas en
las responsabilidades, en una manera que todo funcione bien sin discordia. Saber también administrar las cosas para que
se sepa siempre dónde está todo. Un buen
tesorero de iglesia que tiene un don de administración es una perla. Es también importante para los diáconos que
organizan la ayuda en la iglesia.
Exhortación: Esto significa ser de una ayuda espiritual, animando a
la gente. Cuando los creyentes se
desaniman en su fe, en su servicio, por pereza, o por disgusto, o por
sentimiento de inseguridad, el que exhorta puede ser de un valor
inestimable. Exhortar, pues, no es
demostrar las faltas de las personas.
Exhortar significa animarles y consolarles, para que sigan adelante.
Repartir: Este don no es sólo para los ricos. Personas muy humildes en cuanto a sus medios
económicos han ejercido este don.
Implica dos cosas: saber administrar sus propios bienes en una manera
que permite compartir más con otros y con la obra del Señor, y tener la
generosidad para hacerlo. En Romanos 12
se dice que el que reparte que lo haga con liberalidad. La liberalidad es una cualidad; el repartir
es un don, una habilidad que Dios ha dado.
Todos han de ser generosos; todos han de contribuir a la obra del Señor;
pero algunos tienen el don para hacerlo bien.
Presidir: Aquí se podría tratar de saber presidir reuniones y
actividades públicas. Si se hace sin
entusiasmo, y sin buena organización, toda la iglesia sufre de ello. Es imprescindible que haya personas en la
iglesia que sepan presidir bien las reuniones. Esto de "presidir por turnos" es un
error a menos que se haga simplemente hasta que se encuentre quien tenga el don
de presidir. El que preside puede hacer
toda la diferencia al culto del domingo.
Un culto mal presidido puede aniquilar el efecto del mejor sermón, por
ejemplo. Y un culto bien presidido puede
a veces compensar para el peor sermón.
El predicador, aun "profesional" no es necesariamente el que
ejerce el don más importante en la iglesia.
También puede tratarse de dirigir u organizar un grupo o
comunidad de personas.
Misericordia: Hay personas que ven las necesidades de los individuos,
que saben compadecer, y que dan la ayuda adecuada. Es como aquél que tiene el don de ayuda, con
el elemento psicológico añadido. Junto
con el don de exhortación puede servir para un consejero espiritual, es decir
aquel que practica la "cura de almas". Se han visto a centenares de personas que han
seguido algún cursillo de "cura de almas" y todos se creen psicólogos,
queriendo ejercer este ministerio en sus iglesias. El resultado es un desastre, porque la
mayoría no tienen sabiduría, ni el don de ayudas, ni la misericordia, y estos
son imprescindibles para tal ministerio.
Evangelista: Este don, mencionado en el libro de Hechos (Felipe) y
en la breve lista de Efesios 4:11, no se refiere a todos los que
evangelizan. Todos han de hacer
la obra de evangelista. Se refiere más
bien a aquellos que tienen un don particular para evangelizar. No tienen necesariamente un poder para ganar
más almas que los demás, pero Dios les ha dado una habilidad de ser
escuchado; de poder reunir gente para
escuchar las buenas nuevas de Jesucristo; de poder conseguir que una persona
les escucha mientras explican el camino de salvación. Dios da este don a muchos creyentes, por amor
a aquellos que todavía no lo son. Las
personas que tienen este don deberían estar formando a otras para que ejercen
el ministerio también. Este don ejercido
en el contexto de la iglesia local es generalmente mucho más eficaz que en
otros contextos. Conozco a dos hombres
que tienen este don. El primero parece
tenerlo en una manera más "fuerte".
Éste dejó de ser pastor para ejercerlo.
Formó un equipo con músicos, yendo de una iglesia a otra, haciendo
grandes reuniones públicas. Ha tenido un
ministerio útil. El segundo, cuyo don no
destaca tanto como en el caso del primero, también dejó de ser pastor de
iglesia para concentrarse en el ejercicio de su don. Pero no se hizo independiente de la iglesia
en el ejercicio de su don. Forma parte del equipo pastoral de una iglesia
local, siendo responsable para la organización de la evangelización en su
iglesia. Ha organizado muchas
actividades, como, por ejemplo, "desayunos de esperanza". Ha formado a muchos miembros de su iglesia
local para que ellos hagan el trabajo de evangelizar. Y están evangelizando. Cuando otras iglesias le han pedido, su
iglesia le ha "prestado" a aquellas iglesias durante una semana a la
vez, y él va para formar a personas para evangelizar, organiza actividades evangelísticas allí, y
les muestra cómo pueden seguir. Este
hombre siempre tiene que dar cuentas al consejo de su propia iglesia
local. Este segundo hermano es menos
conocido que el primero, su ministerio cuesta mucho menos, pero me parece que
ha sido mucho más eficaz que el primero.
Y creo que la razón para su eficacia es que se somete a una iglesia
local. Este principio bíblico se aplica
también a todos los demás dones. Y es un
principio difícil de seguir en Norteamérica donde el individualismo es tan
premiado.
Pastor: En Efesios 4:11 este don está combinado con el don de
maestro. Es el don que habilita a una
persona para alimentar la iglesia espiritualmente, y hacer, para la iglesia,
todo lo que un pastor de ovejas hace a favor del rebaño: cuidar de cada uno,
mantenerlos unidos, alimentarlos, o ayudarles a alimentarse a sí mismo,
etc. La enseñanza es una parte
importante del ministerio pastoral, pero hay que repetir: la enseñanza debe ser
práctica, y no sólo teórica.
LECCIÓN XI
EL TESTIMONIO DEL ESPÍRITU SANTO
“Pero cuando venga
el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual
procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí” (Jn. 15:26).
“Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber”
(Jn. 16:14). “Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante sangre
solamente, sino mediante agua y sangre.
Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad”
(1 Jn. 5:6). “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos
de Dios” (Ro. 8:16).
Vemos un
cierto énfasis en el Nuevo Testamento sobre el testimonio del Espíritu
Santo. René Pache desarrolla esto bajo
tres aspectos:
I El testimonio que el Espíritu Santo
da a Cristo. “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el
Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí”
(Jn. 15:26).
II El
testimonio que los creyentes dan a Cristo. “Y
vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el
principio” (Jn. 15:27).
III La necesidad
del poder del Espíritu Santo para dar testimonio a Cristo. “Pero recibiréis poder, cuando haya venido
sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda
Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:8).
¿En qué manera
da testimonio el Espíritu a Cristo? (¿para quién, y por qué medios?)
Explica la
importancia del testimonio de los creyentes:
Describe, en tus
propias palabras, la necesidad del Espíritu de Dios en cuanto a nuestro testimonio:
Sabiendo
que el ministerio del Espíritu Santo es dar testimonio para Cristo, entonces
podemos sacar ciertas conclusiones:
1) Si
alguien pretende ser lleno del Espíritu, tenemos el derecho de esperar que la
tendencia general de su vida será el de testificar de Cristo. Una vida que no evangeliza en alguna manera
no es una vida utilizada por el Espíritu Santo.
2) Cuando el
tema constante no es Cristo, hay que poner en duda que la fuente sea el
Espíritu. El Espíritu ha venido
principalmente para orientarnos hacia Cristo, y nos habla más de Cristo que de
sí mismo. Hasta las mismas Escrituras
que él ha inspirado centran su atención en Cristo. “Escrudiñad
las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna;
y ellas son las que dan testimonio de mí” (Jn. 5:39). Si el ministerio general de una persona es de
hablar del Espíritu Santo, o hablar del anticristo, o hablar de los diez
cuernos de la bestia, o de las sectas, entonces hay poca demostración de que su
ministerio viene del Espíritu Santo. Una
persona puede tener alguna especialización en alguno de estos temas, pero el
Espíritu Santo hará que cualquier tema acabe centrándose en Cristo. F.D. Brunner, en su libro A THEOLOGY OF
THE HOLY SPIRIT, escribe: "Las
afirmaciones sobre el Paracleto en el Evangelio de Juan contienen el testimonio
más concentrado de todo el Nuevo Testamento a la doctrina de la demostración
del Espíritu Santo y sirven, por tanto, como un resumen útil. Cuando se pone en orden las varias
afirmaciones lo que se nota más es su cristocentricidad. El Espíritu Santo parece tener, no sólo como
centro, sino como circunferencia de su misión, el testimonio a Jesús".
3) Podemos
confiar en el Espíritu Santo para que él dé testimonio para Cristo. Nosotros nos sentimos a veces impotentes para
testificar por Cristo. Nos preguntamos
cómo describir a Cristo; cómo hacer que
sea real para los demás. Sentimos que
nuestras palabras son insuficientes para orientar a alguien hacia
Jesucristo. Pero no hemos de
desanimarnos. Que hagamos nuestra parte,
y podemos estar seguros de que el Espíritu Santo dará testimonio también al
espíritu de las personas. No podemos
forzar el asunto, sino esperar en paciencia hasta que el mismo Espíritu vaya
demostrando la verdad de Cristo a sus corazones. Podemos confiar también en la dirección del
Espíritu Santo en nuestro testimonio verbal.
¿Cuántas veces nos hemos sentido que no sabíamos qué podíamos decir en
una oportunidad dada, pero en el momento oportuno el Espíritu Santo nos haya dada
las palabras con convicción y confianza?
“Por esta causa yo Pablo, prisionero de
Jesucristo por vosotros los gentiles, si es que habéis oído de la
administración de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros, que por
revelación me fue declarado el misterio, como antes os lo he escrito
brevemente, leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, misterio que en
otras generaciones no se dio a los hijos de los hombres, como ahora es revelado
a sus santos apóstoles y profetas por el
Espíritu: que los gentiles son
coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la misma promesa en
Cristo Jesús por medio del evangelio, del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha
sido dado según la operación de su poder.”
(Ef. 3:1-7).
El
Espíritu Santo, al dar testimonio de Cristo, también reveló la verdad sobre el
cuerpo de Cristo, la iglesia, el "misterio de Cristo". Y esto es especialmente la revelación que
pertenece al Nuevo Testamento, que no había antes de Pentecostés: la revelación
sobre el cuerpo de Cristo, compuesto de judíos y de gentiles, y también el derramamiento
de su poder para llevar a cabo la realización de esta revelación. Nunca en el Antiguo Testamento se puede ver
un derramamiento del Espíritu en que decenas de miles de judíos y gentiles
acudían juntos al Señor en arrepentimiento, uniéndose en su servicio en un solo
cuerpo.
LECCIÓN XII
LA ORACIÓN POR EL ESPÍRITU SANTO[8]
“Pero vosotros, amados, edificándoos sobre
vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo” (Judas 20).
“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en
nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero
el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál
es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede
por los santos.” (Ro. 8:26-27)
POR QUÉ ORAR: ES EL CAMINO DE LA COMUNICACIÓN CON DIOS
A veces
las personas oran con motivos equivocados.
Oran para conseguir algo, como un alivio emocional, un
sentimiento de paz interior, en vez de orar para entrar en comunicación, en
conversación, o en comunión, con el mismo Señor. Las personas buscan más los dones que el
Señor les puede dar, que buscar al Señor mismo.
A una persona, por ejemplo, que busca la paz interior, si le decimos que
se puede encontrar la paz en el Señor, no le interesa. Sólo quiere la paz. No quiere saber nada del Señor.
Ahora
bien, el propósito de la oración es la comunicación con el Señor. Y esto es el dominio del Espíritu Santo. “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de
Dios, y la comunión (comunicación)
del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén.” (2 Co. 13:14). Al mismo tiempo, sabemos que el único camino
de comunión con Dios es por Jesucristo (Juan 14:6). El propósito del Espíritu Santo, como lo hemos
dicho antes, es de glorificar a Jesucristo.
Si nos
acercamos a Dios como a nuestro Padre, es por el Espíritu de Cristo que está en
nosotros “Y por cuanto sois hijos, Dios
envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: “¡Abba,
Padre!” (Gá. 4:6). Y es esta relación de
hijo-padre que es la base de nuestra vida de oración. Si no la tuviéramos, orar sería equivalente a
"probar nuestra suerte".
CÓMO ORAR:
Hay que hacerlo
conforme a las Escrituras
Alguien
me dijo una vez: “Tengo una vida espiritual, y oro mucho, pero no leo la
Biblia: eso de leer no me gusta
mucho". Es imposible tener una vida
en el Espíritu sin meditar las Escrituras - si alguien no sepa leer, que
escuche al menos. Pero la Palabra de
Dios, y el conocimiento de ella, es fundamental para tener una relación con
Dios. Querer orar mucho sin meditar la
Palabra de Dios es querer hablarle mucho sin escucharle. Sería como quitar el auricular del teléfono,
y sólo utilizar el micrófono. Hay
personas que hacen "conversaciones"
así: hablan, y
siguen hablando, y aunque tu contestas y comentas lo que dicen, siguen hablando
como si no hubieras dicho nada. Esto
demuestra una falta de educación, y por cierto no es comunicación. ¿Pero no es verdad que muchos cristianos
quieren hacer lo mismo con Dios? Piensan orar por el Espíritu de Dios, pero no
se toman la molestia de saber qué es lo que Dios les dice a ellos mediante su
Espíritu.
Además,
nuestras oraciones se basan en las promesas de la palabra de Dios, como vemos,
por ejemplo, en 1 Jn. 5:14,15 “Y esta es la confianza que tenemos en él,
que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa
que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos pedido”. Pero, ¿cómo podemos saber lo que es conforme
a su voluntad si no meditamos las Escrituras?
Me temo que mucha oración ni siquiera es oración. Se trata de vanas repeticiones para oírse
hablar.
Con la
ayuda del Espíritu Santo
En
realidad tenemos dos abogados: Jesucristo (1 Jn. 2:1), y el Espíritu Santo (Ro.
8:27). El Espíritu Santo nos ayuda a
saber qué pedir, y hasta él mismo pide en nuestro favor, cuando no nos sentimos
capaces de orar, por la confusión mental que tenemos, o por sentirnos cargados
de pena. Supongo que todos hemos tenido,
en algún momento dado, la sensación de que algo nos empujaba a orar por cierta
cosa. Y hemos orado, y visto cómo Dios
obra. Esto es la debilidad de limitarnos
a "listas de oración". Tales
listas pueden ser de gran ayuda, pero hemos de evitar que sean exclusivas: que
reemplacen la guía del Espíritu en nuestras oraciones.
Con el
entendimiento
Pablo
dice: “¿Qué, pues? Oraré
con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento” (1 Co.
14:15). Uno no excluye al otro. Pablo consideraba que era importante saber
por qué oraba, puesto que la oración es nuestra responsabilidad, y sin embargo
oraba en el Espíritu. Es necesario orar
con el entendimiento si se ora conforme a las Escrituras. El apóstol habló de esto en el contexto de
sus comentarios sobre el don de lenguas, y las lenguas que se practicaban,
aparentemente, en Corinto.
La cuestión de orar "en lenguas":
Muchas
personas, hoy en día, en privado, practican lo que se suele llamar "orar
en lenguas", y hablan de estas experiencias emocionales como siendo una
verdadera bendición espiritual. La
pregunta que habríamos de hacer sobre esto es la siguiente: ¿Entienden lo que
dicen? Porque si hemos de orar conforme
a las Escrituras, es muy importante que sepamos lo que decimos. Si no, ¿cómo sabremos que oramos en una
manera bíblica? ¿Cómo sabremos que
estamos orando verdaderamente en el Espíritu?
El sentimiento que tenemos no es ninguna base para
asegurarnos que oramos conforme a las Escrituras. Todos sabemos que nuestros sentimientos nos
hacen trampas fácilmente. Es necesario saber. Y si no sabes lo que dices cuando estás
orando, ¿cómo sabes que no estás diciendo blasfemias, o tonterías? Tu sentimiento agradable, o piadoso, no te
puede asegurar que estés orando bien.
Pablo nos dice en 1 Tesalonicenses 5:21, “Examinadlo todo”. Para
examinar lo que yo, o lo que otro, dice, es necesario que lo entendamos. Aún más claro es lo que dice el apóstol Juan
en 1 Jn. 4:1-2 “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si
son de Dios; porque muchos falsos
profetas han salido por el mundo. En
esto conoced el Espíritu de Dios: Todo Espíritu que confiesa que
Jesucristo ha venido en carne, es de Dios...”. Se prueba a los espíritus según lo que dicen. Si no sabemos lo que dicen, es imposible
probarlos. Es bastante claro en 1 Co.
14:14, que Pablo no habla del Espíritu Santo, porque dice “Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto”. "Mi espíritu" no es el "espíritu de Dios". Y si fuera del Espíritu de Dios produciría
fruto. El hablar en lenguas fue
un verdadero don de Dios para autentificar la primera revelación del Evangelio,
como lo hemos visto. Orar en lenguas,
sin embargo, es extraño a las Escrituras, y no es algo que Pablo incluye entre
los dones de Dios. Cuando Pablo habla de
"mi espíritu" da la impresión que muy a menudo, se trata de
una experiencia psicológica. Se ha
sugerido que a veces en ciertos casos el hecho de dejar ir la lengua, puede ser
una experiencia de "liberación" psicológica, con un verdadero valor
terapéutico. Pero no habría que
confundirlo con el don de lenguas, porque el don de lenguas es algo que se
interpreta. Los judíos que venían de
muchos países en Hechos 2 pudieron interpretar las lenguas, porque las conocían
de los países de donde venían. En 1
Corintios 14:13, Pablo dice que “el que
habla en lengua extraña, pida en oración poder interpretarla”. Es aún más categórico en el v. 28, al decir:
“Y si no hay intérprete, calle en
la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios”. El murmurar o hablar "en lenguas"
en la iglesia, de manera que nadie entienda lo que decían, estaba prohibido en
la iglesia. Es una distracción; llama la atención sobre sí mismo, y no
edifica a nadie. Pablo estaba
consciente, también, de que en ciertos cultos paganos en Corinto, se practicaba
también este hablar en lenguas. Sin
juzgar si individualmente estas lenguas de los cristianos eran de Dios o no,
hizo todo para disuadir la práctica de lenguas.
Se ha
sugerido que Romanos 8:26 habla de orar en lenguas “Y de
igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de
pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos indecibles”. La
única razón por la que se dice es que habla de que “el Espíritu nos ayuda”, lo que no demuestra nada. Lo que sí demuestra que no se trata de
orar en lenguas, es que dice que lo hace con “gemidos indecibles”. La
palabra "alaletos" en
griego, traducido "indecibles", significa literalmente: "sin
palabras, sin emitir sonidos". Si
se trata de "sin palabras" no pueden ser más palabras "en
lenguas". Si se trata de "sin
emitir sonidos", pues es aún más fuerte.
Alguien
preguntará: ¿¡Qué dices!? ¿Que las
lenguas no son del Espíritu Dios, sino de espíritus inmundos? No es eso lo que decimos. Aunque no se puede
descartar actividades espirituales en ciertos casos, me parece que generalmente
es una experiencia psicológica, y como hemos dicho antes, hasta podría tener
cierto valor terapéutico en algunos casos, como dicen los psicólogos. Pero es triste que muchos cristianos,
pensando que están orando en lenguas, es decir en espíritu sin el entendimiento
(lo que Pablo definitivamente quiso disuadir), a veces descuiden la vida de
oración por eso. Se satisfacen con pasar
mucho tiempo "hablando en lenguas" y no han tenido un tiempo de
comunión con Dios. En aquel entonces la
práctica de "orar en lenguas" tiene el efecto contrario a lo que es
intencionado.
De todos
modos, esto de "orar en lenguas" no debería ser un punto de división
entre los cristianos, si se puede respetar el orden en la iglesia local,
siguiendo los principios que Pablo puso en 1 Corintios 14.
CONFIANZA, Y TEMAS DE ORACIÓN
Como lo
hemos dicho ya, Dios contesta a las oraciones hechas en el nombre del Hijo, las
oraciones basadas en la Palabra de Dios.
El Espíritu Santo nos empuja a reclamar las promesas de Dios en su
Palabra. Él nos infunde la confianza
para orar, y en nuestra comunión íntima con Dios, es decir nuestro andar en el
Espíritu, podemos orar sabiendo que él nos escucha. No sólo que nos da la fe en lo revelado, pero
a veces nos da la confianza para pedir ciertas cosas que no están
específicamente prometidas en su Palabra.
Recuerdo un momento cuando estaba en Palma de Mallorca, en que
disfrutaba de una comunión muy íntima con el Señor, leyendo su Palabra, llegué
al texto: “Si permanecéis en mí (eso es
comunión), y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y
os será hecho” (Jn. 15:7). Tuve la
impresión de que el Espíritu de Dios estaba dirigiendo mi atención en una
manera especial a aquel texto. Dije, en
voz alta: “¿Qué quieres decirme, Señor?"
Y tuve la impresión que me decía: “Pues aquí, te digo: pide lo que
quieres. “¿Qué es lo que más
quieres?" Dije: “Que se salven
almas". "Pues pídame algo
específico". Entonces, dije: “Señor,
sabes que este domingo por la tarde haremos un esfuerzo evangelístico especial. A menudo, cuando hacemos esto, no viene
nadie, o no pasa nada. Te pido que esta
vez haya algunos inconversos presentes, y que haya al menos una conversión en
la reunión". Mi corazón se llenó de
una confianza tremenda de que había estado orando en asociación con el Espíritu
Santo. Aquel viernes, en una reunión de
oración unida entre las iglesias, mencioné esta petición a las otras iglesias
para que se juntasen con nosotros en esta oración. El domingo, vinieron tres inconversos. Prediqué y hice un llamamiento a la
conversión. Lo hice de todo corazón y
con toda confianza. Nadie se
adelantó. Fui a casa después, con
asombro en mi mente: ¡Había estado tan seguro que algo pasaría! Poco después de
que llegué a casa, sonó el teléfono: una chica que había asistido al culto
quería venir a vernos en casa. La fui a
buscar, y ella nos contó cómo había entregado su corazón al Señor durante el
culto. No pretendo que tenía una revelación
de lo que el Señor haría. Sólo digo que
el Espíritu me dio una confianza especial en mi oración, y que el tiempo
demostró que en realidad esta confianza venía del Espíritu. Si yo hubiera hecho una predicción de
antemano, que se cumpliera, eso no habría dado gloria a Dios: habría llamado la
atención a mi propia persona. Y si no se
hubiera cumplido habría sido vergonzoso.
Hay que diferenciar entre confianza en oración y predicciones. Don Wilfrid Wellington, en su libro EL
ESPÍRITU DE VERDAD EN LA IGLESIA,
nos llama a la atención lo que dice el Salmo 25:15 “La
comunión íntima del Señor es con los que le temen, y a ellos hará conocer su
pacto”. Dice que si andamos con él,
en comunión con él, lo que significa andar en el Espíritu, él aclara nuestros
pensamientos y nuestras ideas en cuanto a las personas y las cosas por las cuales
deberíamos orar.
Para
enriquecer nuestra vida de oración, pues, habríamos que "andar por el
Espíritu". Habríamos que andar en
una comunión íntima con el Señor.
Entonces, oraremos en el Espíritu, aunque sea con entendimiento.
LECCIÓN
XIII
EL ESPÍRITU SANTO Y LA MÚSICA
Efesios
5:18-20
"No
os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del
Espíritu,
hablando entre
vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al
Señor en vuestros corazones;
dando
siempre gracias por todo al Dios y Padre, en nombre de nuestro Señor
Jesucristo."
Es mucho lo que se puede descubrir en la Biblia sobre el
tema de la música. No es un tema que
suele incluirse en un estudio sobre el Espíritu Santo, pero me parece que
aquello es un error. Este texto clásico
en Efesios, sobre la plenitud del Espíritu, vincula estrechamente aquella
plenitud con la música. Sin ser
conocedor de la música en sí, puedo conocer lo que dicen las Escrituras sobre
el tema. He visto en mi experiencia
también cómo la música ha servido para el diablo, y como ha servido para el
Señor. Es un don precioso que Dios nos
dio, que puede servir para el bien o para el mal, según nuestros corazones. En este texto, como en muchos más textos de
la Biblia, se nos insista en que hagamos uso de la música para desarrollar
nuestra relación con el Señor. Por lo
tanto todo creyente que quiere vivir la vida cristiana plenamente tiene interés
en desarrollar el aspecto "músico" de su vida.
I.
La música es un
vehículo para que obre el Espíritu Santo en nosotros (Ef. 5:18-20)
i.
Es interesante
que en el único texto que nos da como mandamiento de ser lleno del Espíritu
Santo, el canto tiene una gran importancia.
ii.
Hay tres
formas de canto aquí: "salmos", "himnos", y "cánticos
espirituales". "Salmos"
se refiere generalmente a algo cantado acompañado de instrumentos de
música; "Himnos" implica la alabanza directa hacia Dios; "cánticos espirituales" implica
líricos, en este caso, especificando temas espirituales (¿nuestros coros modernos?)
iii.
Es importante
notar que se trata de cantar y alabar “al
Señor”. (La palabra
"alabar" es "hacer melodía en vuestros corazones").
iv.
"Sed
llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos..." es una misma frase. Según su forma gramática,
implica que la segunda parte es el medio de conseguir la primera. No se trata de llorar, pedir, insistir,
¡¡sino de alabar, cantando con música!!
v.
Bien se puede
decir con el salmista: “Bueno es
alabarte, oh Señor, Y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo” (92:1)
II.
La música es una
manera de exhortarnos (animar) mutuamente (Col. 3:16) “exhortándoos
unos a otros..., cantando”
i.
Así uno se
anima a sí mismo (en vuestros corazones) como a los demás.
ii.
Las tres
clases de canto son mencionados aquí también.
iii.
Ejemplos de
salmos que animan:
à
Salmo 23 el
buen Pastor que acompaña, fortalece, y infunde valor
à
Salmo 31 que
nos anima a confiar
à
Salmo 32 y 51
que nos anima a confesar y recibir el perdón de Dios
à
Salmo 45 que
nos empuja a admirar al Rey celestial
à
Salmo 103 el Padre que perdona y que tiene compasión
III.
Ejemplos
de himnos que animan: (En el "Himnario de las Iglesias Evangélicas de
España")
à
111 "Me
gozo en Jesús"
à
143 "Oh
Cristo tu ayuda" que anima a buscar la ayuda de Cristo
à
176 "Dulce oración, dulce oración" que
nos anima a acercarnos a Dios en oración.
à
340 "A
combatir! Resuena la potente
voz" que anima en el combate
espiritual
à
366
"Cuando tempestades surgen alredor"
que nos anima a contar nuestras bendiciones
à
395
"Cuando suene la trompeta" y 400 "No sé cuando será que mi Rey
he de ver", que nos animan a esperar la vuelta del Señor y la promesa de
la eternidad con él, etc.
IV.
Ejemplos
de coros (cánticos espirituales) que animan: (de "Cantando con
Gracia")
à
"Aunque
la higuera.." nos anima a poner nuestro deleite en el Señor
à
14 "Clama
a mí y yo te responderé"
à
74 "Hemos
venido a este lugar" nos anima a fijar nuestros ojos en el Señor y
adorarle.
V.
Pero no
se trata sólo de la letra de estos himnos, sino de su música: su misma música participa en el trabajo
espiritual que se lleva a cabo en nuestros corazones; ayuda al sentido de las palabras a entrar en
nosotros.
i.
Cuando cantas
himnos y coros en casa y en la iglesia, te animas, y animas a los demás.
VI.
La música es un
medio de enseñanza (Col. 3:16) “enseñándoos... unos a otros..., cantando con
gracia en vuestros corazones...”
i.
Ejemplos de
salmos que enseñan
à
19 y 119 sobre
la Palabra de Dios (bibliología)
à
89 sobre las
misericordias del Señor
à
139 sobre la
omnipresencia y omnisciencia de Dios
VII.
Ejemplos
de himnos que enseñan:
à
59
"¡Cristo vive!"
à
60 "Del
sepulcro tenebroso" la resurrección etc.
à
78 "Dime la antigua historia" la
historia de la salvación
à
183
"Santa Biblia para mí" la Palabra de Dios
à
290 "Sólo
tu preciosa sangre" la salvación
à
327 "Por
mis pecados pagaste Jesús" salvación, Cristología
à
379
"Cumpliendo tu mandato" bautismo
à
474 "De
la Iglesia el fundamento" la iglesia
VIII. Ejemplos
de coros que enseñan:
à
92
"Mansión gloriosa tengo yo en el cielo" nuestra esperanza futura
à
95 "Me
hirió el pecado" la salvación
à
104
"Estaban Pedro y Juan" historia bíblica etc.
IX.
Siempre
hay lagunas en la enseñanza. A veces un
creyente no está presente cuando ciertas cosas se enseñan. A veces el que enseña no menciona ciertas
cosas. A veces un creyente no coja
ciertas verdades enseguida, o las olvida.
La enseñanza a través de la música ayuda a compensar en todos estos
casos, además de fortalecer lo que sí ha sido captado.
i.
Quien canta
mucho generalmente conoce bastante de la Palabra de Dios, las doctrinas
importantes, y la vida cristiana.
X.
La música
complace al Señor “Cantad al Señor
cántico nuevo...alaben su nombre con danza; con pandera y arpa a él canten. Porque
el Señor tiene contentamiento en su pueblo” (Sal. 149:1-4)
i.
Es obediencia,
primero, puesto que la Palabra de Dios nos exhorta continuamente a hacerlo
ii.
Dios es un ser
personal que puede complacerse de ciertas cosas. El disfruta de nuestro gozo.
XI.
La música es una
manera de alabar al Señor, cambiando así nuestras actitudes (Sal. 147:1; 150)
i.
La música está
asociada a la alabanza en la Palabra de Dios
ii.
La alabanza es
hablar positivamente de Dios
iii.
La música
hasta participa en las batallas espirituales contra espíritus malignos, como en
el caso de Saúl, con la música de David. (1 S. 16:23).
iv.
Nuestras
depresiones espirituales vienen de una mentalidad negativa. La alabanza es el antídoto.
v.
Por lo tanto,
la música nos ayudará a impedir la depresión.
Así
vemos la importancia de la música.
Cuando cantas y haces música espiritual solo, te ayudas a ti mismo
espiritualmente. Cuando lo haces de una
manera espontánea en casa, ayudas a tus compañeros y a tu familia. Cuando lo haces en la iglesia, y desarrollas
tu capacidad música allí, te ayudas a ti mismo y haces una valiosa contribución
a toda la familia de Dios.
UNA ADVERTENCIA
Al
hablar del Espíritu Santo, recordamos también la existencia de otros espíritus,
que no sean nada santos, sino malignos.
Si la música puede servir para fomentar la espiritualidad en el sentido
positivo, seguramente puede hacer lo mismo en el sentido negativo. Las sociedades paganas siempre han hecho uso
de ciertas clases de música en sus ritos diabólicos, en que personas llegan a
ser poseído por espíritus. Mucho de la
música “moderna” está basado en esta misma clase de música, y da escalofríos
leer las palabras de muchos artistas de esa clase de música hoy en día. Muchos pretenden estar mezclado en el ocultismo,
y dedican sus palabras a la inmoralidad, y al diablo. Esa música tiene un ritmo hipnotizador, y
sirve hoy en día también en los rituales de muchas sectas modernas. Por lo tanto, si la música en sí es bueno, y
bíblicamente la vemos vinculada a la espiritualidad, puede ser también
peligrosa si hacemos mal uso de ella.
René
Pache, siguiendo la interpretación de Romanos 11:26 que todos los judíos se convertirán
a Cristo, dedica un capítulo a "El Espíritu Santo y Israel". Otros interpretan este texto como
significando: “Y así todo Israel será salvo". Es decir que "cuando haya entrado la
plenitud de los gentiles", esto sería justamente el "todo
Israel", el Israel según el Espíritu, conforme a lo que dice Pablo en la
misma epístola: “Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la
circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el
que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no
en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios” (Ro.
2:28-29). En otras palabras, según esta
interpretación, la entrada en la gracia de la plenitud de los gentiles será
justamente el cumplimiento de Israel, y que no se trataría de la conversión de
todos los judíos según la carne. Esta
interpretación se apoya también en textos como:
“Por tanto, acordaos que
en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados
incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados
de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin
esperanza y sin Dios en el mundo. Pero
ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido
hechos cercanos por la sangre de Cristo...
Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los
santos, y miembros de la familia de Dios” (Ef. 2:11-13, 19).
El
pueblo evangélico está dividido en dos en cuanto a la interpretación de estos
textos, y no seguiremos con el tema en este estudio. Sólo que sea en una manera u otra, es el
Espíritu Santo que hará la obra de conversión.
Es tanto él que atraería a los judíos a Cristo como los gentiles, tanto
él que hará que "todo Israel será salvo" hablando del pueblo judío, o
hablando de la Iglesia. Por tanto, cómo
entendemos el futuro de Israel no influye en ninguna manera en cómo vemos la
obra del Espíritu Santo. Una cosa es
clara: que en cualquier época, alguien que se convierta a Cristo lo hace bajo
la influencia del Espíritu Santo. Por
tanto, dejaremos este aspecto del tema, y miraremos cómo interviene el Espíritu
Santo en nuestro futuro personal.
LA RESURRECCIÓN
En Romanos 1:4, vemos el papel del
Espíritu Santo en la resurrección de Cristo “que fue declarado Hijo de Dios con
poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los
muertos”. La resurrección física, pues,
de Cristo, fue obra del Espíritu, como lo hemos visto en la lección sobre la
obra del Espíritu Santo antes de Pentecostés, en que vimos que en todo, Jesús
dependió del Espíritu Santo. No ha de
sorprendernos, pues, que el Espíritu Santo sea quien resucitará nuestros
cuerpos también.
“Y si el Espíritu de aquel que levantó de los
muertos a Cristo Jesús mora vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús
vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en
vosotros” (Ro. 8:11). Vemos la participación de toda la Trinidad
aquí, como en todo lo demás. Dios Padre
resucitó a Dios Hijo, pero por medio de Dios Espíritu que lo hizo. Y es por este mismo Espíritu que nosotros
también seremos resucitados. La visión
de Ezequiel en el valle de los huesos secos (Ez. 37) describe cómo el Espíritu
atrae juntos los huesos secos, les pone de pie, les cubre de carne, y les da
vida,. Esta visión, según el v.11 tiene
una interpretación simbólica. Sin
embargo, es un ejemplo de cómo la vida física está devuelto a un hombre por el
Espíritu Santo. No hay que pensar que
nuestras mismas moléculas volverán juntas para formar nuestros cuerpos
resucitados. Dios no está limitado a
esto. Hay que recordar que nuestro
verdadero "yo" no es un cuerpo físico: somos básicamente espíritu. Lo físico es nuestro "tabernáculo
terrenal". Y sería absurdo creer
que Dios tuviera que volver a juntar las mismas moléculas de nuestro cuerpo. Absurdo por al menos dos razones:
1) Nuestros cuerpos descompuestos habrán
servido para engrasar la tierra, produciendo las plantas, y sirviendo de
alimento de animales y otras personas.
Nuestras moléculas, pues, pertenecen igualmente a muchas otras
personas. ¿A quién, pues, pertenecerán
en la resurrección? Como Jesús dijo
sobre la cuestión de matrimonio en el cielo (sobre a quién pertenecerá, en la
resurrección, la mujer que haya enviudado, teniendo por tanto más de un
marido): “Erráis, ignorando las
Escrituras y el poder de Dios” (Mt. 22:29).
2) Con la muerte y renovación continua de
las células de nuestro cuerpo, a cada cuantos años, nuestro cuerpo físico se
renueva completamente. Por tanto el
cuerpo físico de un adulto no tiene las mismas células que el cuerpo de la
misma persona cuando era niño. No es
sólo en la muerte física, pues, que las células de una persona desaparecen y
cambian.
Por tanto, no hay ninguna diferencia para el cristiano,
en cuanto a su resurrección, si está sepultado debajo de la tierra, dejado
intacto en un mausoleo como el cuerpo de Lenin, echado al mar, o incinerado.
En cuanto
al estado del creyente entre su muerte física y la resurrección, Jesús dice “De cierto de cierto os digo: El que oye mi
palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación,
mas ha pasado de muerte a vida” (Jn. 5:24).
Para el creyente, ya no hay muerte.
Por tanto, cuando su cuerpo muera, su Espíritu, regenerado ya por el
Espíritu Santo, seguirá vivo. Y nuestra
persona, hemos de recordar, es básicamente espíritu, y no cuerpo
EL ESPÍRITU SANTO EN LA ETERNIDAD
René
Pache resalta el hecho que nosotros sólo tenemos "las primicias del
Espíritu" (Ro. 8:23), las "arras", o la garantía de nuestra
redención (2 Co. 1:22). Implica que no
tenemos ni idea todavía de las bendiciones eternas que nos esperan. Y parece bastante clara que el Espíritu Santo
seguirá siendo el medio por el cual estas bendiciones serán otorgadas.
Es
el Espíritu Santo que hará que seamos "semejante a él" (1
Jn.3:2). La obra del Espíritu que nos
está transformando ahora (Ef. 3:16-17; 4:12-13) será perfectamente acabada en
la eternidad, "plenamente capaces de
comprender... llenos de toda la plenitud de Dios" (Ef. 3:18-19). No podemos describir aquí lo que será, puesto
que hará "mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos"
(Ef. 3:20). El apóstol Juan dice "...aún no se ha manifestado lo que
hemos de ser" (1 Jn. 3:2).
BIBLIOGRAFÍA
Berkhof,
Systematic Theology Pub: Wm. B. Eerdmans Publishing Company, Grand
Rapids, Michigan
Brunner,
F.D. A Theology of the Holy Spirit
Hodge,
Charles Teología Sistemática Pub: CLIE Terrassa, 1991
Martin,
Walter The Kingdom of the Cults Pub: Bethany Fellowship, Inc. Minneapolis, USA 1969
Pache,
René La Persona Y Obra Del Espíritu
Santo Pub: CLIE